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Capítulo uno: El puño de Hierro de Agamenón Petrovsky - Superhéroes Espirituales

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Proemio En la expansión empapada de neón de Nueva Shanghai, la metrópolis más poblada de Júpiter, Descartes se acurrucó con su equipo en un apartamento estrecho que apestaba a comida para llevar dudosa y sueños adolescentes. A los veinte años, era el profeta más joven, su rostro aún estaba grabado con la rebelde inocencia que el régimen opresivo de Saturno intentaba aplastar. Pero el desafío ardía en sus ojos, un fuego silencioso alimentado por años de miradas robadas a textos prohibidos y susurros de rebelión. Esta noche, sin embargo, su rebelión no se limitaba a manifiestos gastados. Descartes y sus tres compañeros, Maya, Kai y Jin, eran Meditaciones, un término susurrado con reverencia y miedo en la clandestinidad del universo. A través de un riguroso entrenamiento espiritual, habían alcanzado la gracia divina, y subsistían como emisarios del cielo y la tierra, en la frontera misma entre la realidad y el plano etéreo. Esta habilidad clandestina los convertía en superhéroes contra la

Una Primavera Kirguiza - Capítulo 3. Una inglesa neocolonialista

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Vivo en lo variable, él en lo eterno; vivo en prosa, más que en poesía Lawrence Durrel Bishkek, 18 de agosto de 2002 En la tarde conocimos a Annula, directora recién promocionada de SEP, y Rachel, su antecesora, quienes nos llevaron al café más exclusivo de la ciudad, emplazado a escasos  metros del palacio presidencial. Annula era una mujer hindú, alta y pesada; no reía, sino que carcajeaba con ese desparpajo tan propio a las mujeres que cifran su éxito en los encantos de su personalidad. Rachel era una matrona estadounidense, cuyo rostro guardaba cierta semejanza con Jane Fonda, si bien no podría calificarla de hermosa en razón de su pronunciada papada y su cabello suelto e hirsuto. Ambas nos previnieron contra los paseos en la noche y las aguas locales, advertencia tardía, por cuanto ya llevábamos dos días tomando bolsas de suero, luego de intoxicarnos con el polvo del apartamento y las aguas de la tubería. —¿Y a qué se debe su partida de SEP? —pregunté a Rachel indiscretamente.