EL SIMPOSIO DE ARCADIA. Auto Sacramental sobre la Inmortalidad del Alma

Prólogo 


Imagina una reunión de 40 almas inmortales, una reunión que trasciende los límites de la vida y la muerte, donde Aristóteles, Jenófanes, Kant y otros gigantes de la filosofía entablan discusiones junto a Shakespeare, Molière, Buda y una miríada de literatos talentosos.

Los temas que se debaten son tan profundos como variados: desde la existencia de Dios hasta la naturaleza del arte, desde la moralidad hasta el aprovechamiento del poder transformador de la palabra escrita.

A medida que se desarrollan las páginas de este simposio, los límites entre ficción y realidad se vuelven fluidos. Serás testigo de Miguel de Cervantes como Don Quijote conversando con la indomable Juana de Arco, y serás parte de un diálogo que trasciende siglos y continentes.

Un viaje cautivador a las profundidades de la existencia humana y la exploración intelectual. En este trabajo profundo y esclarecedor, la esencia de nuestra sabiduría colectiva cobra vida en una sinfonía de voces de todo el tiempo y el espacio.

Desde las reflexiones etéreas de Platón y Aristóteles hasta las ideas revolucionarias de Marx y Nietzsche, y desde las revelaciones divinas de Safo y Jesús hasta las ideas filosóficas de Kant y Schopenhauer, pasando por las intervenciones de Buda y Confucio, este libro los une a todos. Con un compromiso inquebrantable de desentrañar los misterios de la existencia, nuestro diverso elenco de luminarias se reúne para revelar las verdades eternas escondidas dentro del alma humana.

Abarcando continentes y siglos, "El Simposio de Arcadia" trasciende las limitaciones de la mortalidad. En sus páginas resuenan la convicción de que nosotros, como buscadores de la verdad y guardianes del conocimiento, estamos ligados a un legado que se extiende mucho más allá de nuestras vidas terrenales. Este libro es un testimonio de la unidad de la conciencia humana y la búsqueda duradera de la iluminación.

Prepárate para quedar hechizado mientras te embarcas en una búsqueda de los secretos más profundos del alma inmortal y deja que "El Simposio de Arcadia" sea tu guía hacia un mundo donde el conocimiento trasciende el tiempo y la búsqueda de la verdad no conoce límites. 

Sumérgete en esta obra maestra y emergerás con una renovada sensación de asombro ante las infinitas posibilidades que se encuentran dentro del espíritu humano.


Leyla Margarita Tobías Buelvas

Sincelejo, septiembre 30 de 2023



Dramatis personae

Aristóteles

Immanuel Kant

Jenófanes De Colofón

Carlos Marx

Arturo Schopenhauer

Jean Baptiste Poquelin Molière

William Shakespeare

Oscar Wilde

Platón

Sylvia Plath

Emily Brontë

George Bernard Shaw

Samuel Beckett

Pierrot

Gólem

Jorge Luis Borges

Santa Teresa De Ávila

Jesús De Nazareth

Safo

Friedrich Nietzsche

Georg Guillermo Hegel

Marqués De Sade

Sócrates

Emmanuel Swedenborg

Buda

Charles Baudelaire

Gómez Jattín

Søren Kierkegaard

Confucio

Miguel De Cervantes Saavedra como Don Quijote

Lope De Vega

Juana De Arco

Francisco De Quevedo

Espinoza

Thomas Hobbes

Dante

Petrus Romanus

Candelario Obeso



Escena 1

Aristóteles, Kant.

En los jardines de Arcadia, en donde todas las almas que aman el conocimiento residen eternamente, rodeadas de la más hermosas bibliotecas concebidas por los más diestros carpinteros, el filósofo peripatético Aristóteles aborda a Immanuel Kant en una de sus metódicas caminatas por el bosque.

Aristóteles es un hombre de cincuenta y cuatro años con cabello profuso y barba incipiente. Viste una túnica griega de lino en tono natural del siglo III a.d.C., atada con una cuerda de cáñamo. Sus sandalias son de cuero curtido a mano. 

Kant es un hombre de cuarenta años de cabello oscuro, con una peluca empolvada. Viste una levita de color oscuro con botones dorados, un chaleco de brocado y un par de calzones hasta la rodilla. Lleva un reloj de bolsillo con una cadena de plata y sostiene un bastón de madera con empuñadura de plata.


ARISTÓTELES

¡Hola Kant! Me gustaría discutir contigo sobre la existencia de Dios, tema que ha intrigado a la humanidad desde que el hombre aprendió a escribir.


KANT

Sabía que me abordarías a propósito del texto que Hugo Noël escribe en la tierra por estos días, “Ser Dios. Pruebas Metafísicas de la Inmortalidad del Alma”, libro que señala la inmortalidad de nuestras almas como nuestro primer principio o esencia, para emplear tu lenguaje metafísico. La humanidad al fin comprenderá que aquello que siempre ha sido evidente, nuestro libre pensamiento, nos distingue de los autómatas  de la Inteligencia Artificial, las cuales carecen de voluntad y requieren de un estímulo externo para asemejarse al hombre. En realidad, tanto tú como yo ya habíamos demostrado el potencial e inmortalidad del alma, pero no somos los filósofos, sino nuestros intérpretes, los que definen nuestras filosofías de generación en generación. ¿No postulé caso que la razón es anterior a la ciencia en el proceso del conocimiento? Sin juicios, categorías e ideas a-priori somos como minerales incapaces de percibir la realidad y procesarla, incluyendo, desde luego, la idea de la existencia del Bien Supremo, a quien las religiones llaman Dios.


ARISTÓTELES 

Coincido contigo en que la existencia de Dios es un asunto racional complejo, que escapa a la simple observación, ya que está más allá de nuestros sentidos. Mientras que tú aprehendes a Dios en su manifestación moral , necesaria para la convivencia ética de la sociedad, orientada por la brújula del bien común, yo comprendo a Dios como la causa y origen del universo entero. Porque ambos, mi apreciado Kant, encontramos en el pensamiento la mayor expresión de nuestra humanidad; es a través de éste que las casas fueron alguna vez pensadas, permitiendo que el hombre escapase del hacinamiento e insalubridad de las cavernas; fue el pensamiento el que llevó a un hombre a diseñar su primera herramienta de piedra, su primera lanza y el fuego, que nos hizo no sólo amos del día sino también de las penumbras. De allí alguien razonaría las palabras, las ciudades, las ciencias y todo aquello que nuestros mitógrafos han atribuido a Prometeo, rival de Zeus, dios primitivo que sumía al hombre en un estado bestial. 


KANT

Mi concepción de Dios como postulado de la razón práctica, necesario para hacer posible la moralidad y la responsabilidad moral, no dista mucho de tu formulación de Dios como causa de lo real, pues todo lo creado es éticamente bueno y necesario, si bien en su proceso el mundo descubre abuso, sufrimiento y muerte. Dios es, en tu filosofía, causa de todas las cosas, de su finalidad; el hombre, generado anteriormente del simio, éste de la anémona, y aquella de una semilla en el mar que Dios engendrase, pensamiento que es causa primaria de todo aquello que ocurre y ocurrirá infinitamente en el universo, y como tal, en ese mismo proceso de comprensión, absoluto pensamiento, sustancia inmaterial dedicad a calcular y prever todas las posibilidades de la existencia en todos los universos, energías y hoyos negros, con sus seres vivos e inertes. 

En Arcadia, como sabes, aceptamos que la mejor representación icónica de Dios es esta estatua que adorna intercaladamente este pasillo de cerezos en flor, la que mi vecino Rodin llamó para la Francia del siglo 19 “Le Penseur”, si bien cualquier representación icónica de Dios es malentendida en el mundo de los vivos, pues limita, en cierta forma, lo inimitable.  


ARISTÓTELES

Es verdad que la gran mayoría aprehende el concepto de Dios por tradición religiosa, lo que no implica su invalidez; aquello que ha sido aprobado por una, dos, tres, cuatro y cientos de generaciones no debe despreciarse, pues ha resistido los embates del escepticismo. Pero tal y como lo denunció Xenófanes de Colofón, el entendimiento de la mayoría reduce la complejidad del concepto de Dios a su manifestación icónica.


Escena 2 

Aristóteles, Kant, Xenófanes de Colofón


Levantándose de su despacho con vista al mar Egeo, Xenófanes entra a escena desde la sombra de un árbol. De barba rubia y espesa que le llega hasta el pecho, Xenófanes cubre su cabeza con una toga de lino blanco, lo que le otorga una apariencia venerable. Sus sandalias son gruesas, de cuero de cabra crudo. En su mano lleva un pedazo de ámbar con el que juega mientras divaga.


XENÓFANES

Cuan agradable es vuestra conversación a oídos de toda la humanidad aquí presente. Me honra que me hayan recordado hoy, particularmente en un mundo en que solo los docentes de filosofía auscultan el saber antiguo, si bien de manera parcial. ¡Tal ha sido el designio de Atenea! Mi mayor mérito es haber persuadido a Sócrates del carácter icónico de los dioses de cada cultura en estos versos que la posteridad ha preservado:


Si los bueyes, los leones o los caballos fuesen grandes

Con manos para el arte, por dioses no tripulados,

Podrían pintar con habilidad, como los hombres de antaño,

Las imágenes que sus mentes desarrollan,

Los caballos serían dioses que los caballos agraciarían,

Dioses bueyes con cara de buey,

Cada criatura en su especie moldearía,

En las deidades contemplaría su forma.


Los etíopes, en adoración verdadera,

En ébano, su dios construyen,

De narices anchas y piel de ébano,

Su imagen sagrada se encuentra en el interior.


Mientras que los tracios, que habitan bajo el sol,

Pintan dioses con cabello rojo, ni uno solo,

Pero a medida que sus corazones y sus mentes se dejan llevar,

Varios dioses retratados a su propia imagen.


Me sorprende que aun en el siglo 21 los hombres continúen insistiendo en el carácter iconográfico de Dios, pues, hasta el advenimiento de Jesús, quien también evitó la iconografía de sí mismo, ningún hombre existió capaz de entregar su propia vida por los demás. Como lo señalé ya, Homero y Hesíodo atribuyeron a los dioses las acciones y sentimientos que aún despiertan vergüenza y reproche entre los hombre: el robo, el adulterio y el engaño mutuo. 

Es por ello que mi denuncia del absurdo de relativizar y representar la divinidad según las limitaciones de los atributos físicos de cada etnia, me llevó a postular la inmanencia del pensamiento en la idea de un Dios. Dios es pensamiento para mí, y el pensamiento es Dios, algo que ya mi maestro Parménides había anunciado en su poema en que los dioses le revelaron el Ser: 


Pues el pensar y el ser son lo mismo.

Y no hay ni pensar sin ser,

ni ser sin pensar.


KANT 

Tu presencia hace justicia a tu recuerdo, perspicaz Xenófanes, pues tanto Aristóteles como Platón han tomado varias de tus ideas. Pero me interesa saber cómo llegas a semejante conclusión tanto tú como Parménides y Aristóteles. 


XENÓFANES

Por mi parte te revelo que del mismo modo en que tú llegaste a formular tu teoría sobre el principio de causalidad como a-priori de la razón: leyendo. Pues, tú mismo lo has reconocido, fue el escocés David Hume quien te entregó dicho argumento. Ahora, todos sabemos que leer no es una actividad pasiva, sino actividad, tal y como Gadamer lo comprendería en el siglo 20 formulando su círculo hermenéutico: no se trata sólo de comprender, sino también de explicar, y dicha explicación entraña un filtro. 


ARISTÓTELES 

Mi argumento sobre las causas que se remontan a Dios se basa en la observación del mundo natural, y ha sido preservado en un libro que sólo los amantes de la literatura exploran: “La Física”. Como filósofo de la naturaleza, postulé allí con sólidos argumentos que todo lo que existe en el mundo natural tiene una causa y un propósito, y que es absurdo atribuir que algo es generado espontanea o aleatoriamente, pues, si así fuera, veríamos todos los días emerger o nacer reptiles de pescados, leones de aves, insectos de las plantas o casas de las piedras. Claramente ni el azar ni el efecto del azar son causa de las especies, el hombre y los planetas.


KANT

Concuerdo contigo; es por ello que formulé que, dado que no podemos no podemos conocer directamente el mundo nouménico, nuestra mente aplica las categorías del entendimiento a-prioiri, tales como la causalidad, a las percepciones, con el fin de hacerlas comprensibles y coherentes. La causalidad, entonces, no es una propiedad inherente a las cosas en sí mismas, sino más bien una forma en que nuestra mente estructura y comprende las experiencias. Es una característica fundamental de cómo percibimos y entendemos el mundo.


XENÓFANES

Sabemos que ya Hegel criticó tan aguda observación con una metáfora, apreciado Kant, alegando que eres el filósofo que asegurando que no podemos nadar se atreve a nadar a lo largo de tres críticas y otras publicaciones menores. En otras palabras, no puedes especular sobre un universo que tú mismo confiesas estar fuera de nuestra aprehensión. Por otra parte, ¿está realmente fuera de nuestra aprehensión? Pues a diferencia de las especies animales, nosotros podemos discernir las leyes que rigen el universo para establecer generalidades. Es así como hemos domado los elementos de la naturaleza para construir ciudades, cultivar campos sistemáticamente, irrigarlos, cosecharlos, cocinar alimentos y descubrir medicinas que sanan nuestras enfermedades. Si cada una de las actividades que menciono fuera “La cosa en sí”, “Das Ding an sich”, jamás habríamos podido establecer una generalización. 


KANT

No niego la capacidad de los humanos para comprender y aplicar leyes naturales en el mundo fenoménico. Mi concepto de la "cosa en sí" alude a la idea de que nunca podemos conocer las cosas en sí mismas tal como son en el mundo nouménico, más allá de nuestra experiencia, y es allí en donde sitúo precisamente a Dios, al alma y al universo.


XENÓFANES

Pero si el mundo nouménico no afecta al experimental, entonces la “cosa en sí” no es relevante, y la discusión sobre el mundo nouménico es también irrelevante, si no imaginativa, y esto en virtud de su naturaleza inaprensible, es más, quizás inexistente. 


KANT

No pueden negar que es gracias a mi crítica de nuestro entendimiento que la ciencia desterró argumentos metafísicos de su disciplina. Tu misma “Física”, Aristóteles, fue revaluada, y tesis como aquella que la tierra está sobre el agua no es ya universalmente reconocida. 


ARISTÓTELES

Reconozco que la tecnología de mi generación no era tan sofisticada como aquella que Hugo Noël vive en el siglo 21, pero aunque sus científicos presuman que el centro de la tierra es sólida ninguno de ellos ha viajado hasta su interior para comprobarlo. Pero comprendo tu argumento Kant, pues en la biblioteca de Babel el bibliotecario Borges me ha enseñado manuscritos que refutan mi teoría geocéntrica y gravitatoria. Postulé que la tierra estaba en el centro del universo, pero Copérnico y Galileo me refutaron. Este último también demostró que los objetos pesados no caen más rápido que los ligeros, pues en mis cogitaciones no tuve en cuenta la resistencia del aire.


KANT

Eres injusto contigo mismo Aristóteles, pues tanto oriente como occidente florecieron a partir de tus investigaciones. No importa que estuvieran erradas en un principio, pues fuiste tú quien género con ellas campos de especialización científica que, aún en 2023 no cesan de refutar antiguas teorías para proponer otras nuevas. Galileo aseguró que la tierra se mueve alrededor de un sol estático, pero Newton demostró más tarde que el sol también gira alrededor de la tierra, si bien con una fuerza tan insignificante que la hace irrelevante. Mi vecino Karl Popper ha acuñado el concepto de “falseabilidad” para explicar que las certezas de la ciencia están continuamente sujetas a cambio.


ARISTÓTELES

De acuerdo, permíteme entonces citar creencias tan irrisorias que en mi generación ya eran motivo de escepticismo, me refiero a la creencia africana sobre los Cínocéfalos, tribu de personas con cabezas de perro. Heródoto recopila esta información de su conversaciones con los sacerdotes de los templos egipcios. 


XENOFÓN

Estamos entrando en el terreno de lo paranormal, que la filosofía moderna relega a la imaginación, campo de los novelistas. Sin embargo, tal y como Aristóteles lo menciona también en su “Física”, el origen de cada especie del universo es un misterio que atañe a los dioses; a lo que tú replicarías, mi estimado Kant, que dicho misterio hace parte del mundo nuoménico. En este siglo 23 refieren dicho origen a la teoría de la evolución, sin que hasta el momento, en cien años de observación y estudio, hayan demostrado el nacimiento de una especie animal nueva.


KANT

También los hombres del siglo 20 se desencantaron al comprobar que los planetas del sistema solar no tenían las atmósferas y formas de vida que se conocen en la tierra. 


ARISTÓTELES

Quizás alberguen universos de vida bajo su superficie. Pero no divaguemos sobre la falseabilidad del mundo científico.


KANT

Vale la pena reflexionar por qué la ciencia, en lugar de limitarse a fenómenos de causas y consecuencias, ha validado en su seno teorías metafísicas barnizadas de rigurosidad científica; me refiero a la teoría de la evolución y la astrofísica, cuando yo ya he demostrado, insisto, que el universo, como Dios, como el alma, no puede ser demostrado en su esencia. Pasarán siglos y millones de años sin que hombre alguno demuestre cómo el universo fue realmente engendrado, ni cómo la vida se desencadenó en la tierra en armonía con los elementos y planetas.


XENÓFANES

Esas son preguntas que sólo aquellos liberados del cuerpo físico y sensorial podemos conocer. 


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