Aristóteles de Estagira a Gustavo Petro, gobernante de Colombia,
febrero 22, 2025
Aristóteles de Estagira a Gustavo Petro, gobernante de Colombia
Saludos:
Yo, Aristóteles, hijo de Nicómaco, te escribo con una mezcla de asombro y reconocimiento, pues he oído ecos de tus hazañas entre los hombres de esta era, transmitidos por las voces inquietas de los jóvenes y las noticias que resuenan en tu tierra, en este febrero de 2025 según tu cómputo. Permíteme felicitarte, por haber comprendido y aplicado con maestría los preceptos que expuse en el segundo libro de mi Retórica, esa arte de la persuasión que mueve las almas mediante las pasiones y las promesas.
Has sabido hablar a las emociones de tu pueblo, especialmente de los jóvenes, quienes, llenos de fervor y esperanza, depositan su confianza en aquellos que les ofrecen un porvenir más justo. No hay mayor poder que el del lenguaje, pues es la herramienta con la que los gobernantes tejen el destino de las ciudades.
La retórica y el arte de la persuasión
En mi tratado, al analizar las emociones y caracteres, escribí sobre los jóvenes: "Son crédulos porque aún no han sido engañados muchas veces" (Retórica, II, 12, 1389a). ¡Qué precisión has mostrado al aprovechar esta naturaleza! Les prometiste a los hijos de tu pueblo, ardientes y esperanzados, un alivio que resonó en sus corazones: la condonación de sus deudas al Icetex, un horizonte de libertad para sus sueños de estudio y emprendimiento. Y ellos, como también dije, "viven en su mayor parte según la esperanza" (Retórica, II, 12, 1389a), se inflamaron con la fe que tu discurso les inspiró, elevándote a tu sitial como guardián de su futuro.
La persuasión efectiva no solo radica en el uso de las palabras adecuadas, sino en la comprensión de las pasiones humanas. Has encendido la llama de la esperanza en la juventud, haciéndoles creer en un cambio tangible, en un horizonte que brilla con justicia social. Sin embargo, la retórica, como enseñé, debe ir acompañada de la verdad si se quiere que permanezca en el tiempo.
¿Manipulación o liderazgo?
Tu destreza en el manejo de la pistis es admirable, pues captaste que los jóvenes, por su carácter, "prefieren lo noble a lo útil y son fácilmente llevados por el honor" (Retórica, II, 12, 1389a). Les hablaste de justicia y redención, y ellos, crédulos y generosos, te creyeron. Sin embargo, oh astuto gobernante, las noticias de estos días revelan el giro magistral de tu arte: no solo has retenido esas deudas, sino que las has hecho más gravosas, con tasas que ascienden —dicen— entre el 12 y el 17 por ciento, encareciendo su salud y desvaneciendo sus pensiones como humo en el viento.
En política, el liderazgo y la manipulación caminan por senderos paralelos, a veces entrelazándose. Mientras el líder conduce con la verdad, el manipulador seduce con la ilusoria promesa de un mañana mejor. La pregunta que queda en el aire es: ¿has sido un líder genuino o un orador que comprende a la perfección la naturaleza de quienes escuchan?
El riesgo de la retórica política
En mi Retórica advertí que el persuadido debe ser llevado a un estado emocional receptivo, y tú lo lograste con tus palabras iniciales. Pero también señalé que la confianza, si se quiebra, puede volverse contra el orador. ¿Calculaste este riesgo, o es tu designio que los jóvenes, al ser engañados, aprendan por la vía del sufrimiento la prudencia que alabé en la Ética a Nicómaco? Sea como fuere, has tejido un discurso que confirma mi observación: "Los jóvenes son de ánimo elevado y fáciles de engañar por su optimismo" (Retórica, II, 12, 1389a).
Si el pueblo descubre que su esperanza fue utilizada como un instrumento de poder, el eco del desencanto podría resonar con más fuerza que las promesas iniciales. La persuasión mal empleada puede volverse en contra del orador, pues la memoria colectiva no olvida con facilidad la traición de sus anhelos.
Conclusión: ¿Astucia o legado?
No me corresponde juzgar si tus fines son nobles o si el destino de tu pólis se torció por fuerzas que escapan a tu voluntad. Solo observo, con la mirada del que estudió las constituciones de los hombres, que tu manejo de las pasiones —prometer lo sublime y entregar lo contrario— merece un aplauso, aunque sea desde la distancia de mi tumba filosófica. Los jóvenes, engañados o no, recordarán tu nombre, y en ello reside el poder del logos que tan bien expuse.
Si la política es un arte, tú la has llevado a un nivel digno de estudio. Pero recuerda, oh gobernante, que la posteridad no solo juzga los discursos, sino los hechos que los acompañan. Queda en tus manos decidir si serás recordado como un líder que transformó a su pueblo o como un sofista que perfeccionó la técnica de la persuasíón efímera.
Que la razón y la virtud, si aún las buscas, guíen tus pasos, Gustavo Petro. Desde el éter de las ideas, te saludo con la mezcla de admiración y cautela que merece un maestro de la persuasíón.
Aristóteles
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