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Mostrando las entradas de octubre, 2018

Colombia y Venezuela, unidas por un bienestar común

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Como en toda nación en crisis el espejo retrovisor es inevitable, o el juzgamiento de los gobernantes que desorganizaron el erario público. Así como la presidenta Kirchner fue juzgada y apresada, veremos, si es que los impuestos aumentan y la inflación se dispara, un escrutinio agobiante sobre las decisiones tomadas por los directores de las entidades públicas durante los últimos 8 años. Colombia ha de solucionar, por lo demás, el problema de las disidencias FARC; las promesas quiméricas del gobierno Santos fueron incumplidas, y es poco probable que el actual gobierno, con un saldo negativo de 25 billones de pesos para el 2019, pueda honrarlas.  Las opciones son un paso entre Escila y Caribdis: la guerra sin cuartel contra una guerrilla asociada a los carteles de droga mejicanos o el cumplimiento de los acuerdos firmados ante invitados internacionales por el Premio Nobel de la Paz; en ambos escenarios los gastos serían onerosos, por lo que el presidente Duque, haciendo uso de su s

El obsoleto Maniqueísmo de la izquierda colombiana Por: Hugo Noel Santander Ferreira

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Hace unos meses Ingrid Betancourt causó sorpresa cuando, de visita para apoyar la candidatura de un líder de izquierda, encomió ante la prensa nacional la labor del expresidente Uribe. La narrativa polarizada o maniquea (es el término más apropiado) que los líderes del anterior gobierno emplearon contra los opositores de los Diálogos de la Habana, desaprueba que una mujer que viva en un país de libre expresión como Francia, destaque las virtudes de sus rivales políticos antes de enumerar sus desacuerdos. En Francia, como en cualquier país civilizado, se respeta la opinión del contrario, pues ambos presuponen el respeto mutuo de la ley.   El maniqueísmo se origina en Babilonia, y es propio de la religión de Mazda, la cual opone el día a la noche, el mal al bien, el placer al dolor. El simplismo de su dogma, aquel de odiar y destruir a quien se oponga a las creencias personales, fue tan seductor que San Agustín lo refutó en su obra magna, La Ciudad de Dios, inculcando que el