El obsoleto Maniqueísmo de la izquierda colombiana Por: Hugo Noel Santander Ferreira



Hace unos meses Ingrid Betancourt causó sorpresa cuando, de visita para apoyar la candidatura de un líder de izquierda, encomió ante la prensa nacional la labor del expresidente Uribe. La narrativa polarizada o maniquea (es el término más apropiado) que los líderes del anterior gobierno emplearon contra los opositores de los Diálogos de la Habana, desaprueba que una mujer que viva en un país de libre expresión como Francia, destaque las virtudes de sus rivales políticos antes de enumerar sus desacuerdos. En Francia, como en cualquier país civilizado, se respeta la opinión del contrario, pues ambos presuponen el respeto mutuo de la ley.  



El maniqueísmo se origina en Babilonia, y es propio de la religión de Mazda, la cual opone el día a la noche, el mal al bien, el placer al dolor. El simplismo de su dogma, aquel de odiar y destruir a quien se oponga a las creencias personales, fue tan seductor que San Agustín lo refutó en su obra magna, La Ciudad de Dios, inculcando que el cristianismo es una religión de compasión, amor y respeto. A dicho debate se debe el nacimiento del individuo, pues cuando las matronas romanas iban a ser ejecutadas por haber sido violadas y embarazadas por los invasores asiáticos y germanos de Roma, San Agustín demostró que ellas y sus bebés eran inocentes de una barbaridad grupal. 

Nunca antes el derecho de un individuo se había antepuesto al del honor grupal. Pero la demonización hacia los oponentes fue alentada por varias sectas populares a lo largo de la historia hasta dominar la narrativa de la novela policiaca y el melodrama del siglo 19. En Latinoamérica la TV perfeccionó este último género, al cual Gramsci llamó “el lenguaje del pueblo”, abonando la narrativa de odio que tantos políticos alimentan hoy. En efecto, el melodrama es visceral, instintivo, primitivo y niega la voz a los oponentes, los cuales deben ser destruidos como encarnaciones de demonios.  Los tiranos de hoy repiten las peroratas de Hitler y Stalin cambiando de oponentes.

El maniqueísmo de los extremistas ha sido mayor con el Presidente Duque, quien trabajó en USA varios años; la ola de despidos propia a los gobiernos anteriores ha sido moderada, y lejos de articular sarcasmo contra sus opositores, Duque ha articulado un discurso de respeto, inclusión e igualdad. Sus decisiones van más allá de la agenda particular de los partidos con vistas a las próximas elecciones, como lo evidencia su cruzada contra los jíbaros y los violadores de niños. 


Consecuente con dicho maniqueísmo, la izquierda busca socavar su gobierno. Su intento de censura contra el Ministro Carrasquilla terminó en una protesta contra su improbable culpabilidad en el manejo de créditos otorgados a varios municipios por parte de sus alcaldes y concejales. Si bien es cierto que la corrupción municipal no permitió la ejecución de varios acueductos y plantas de tratamientos de aguas residuales, también lo es que hubo 30 municipios -según lo afirma el mismo periodista denunciante, Coronell-, que se beneficiaron con su gestión.


Duque ha renunciado a la mermelada, tanto de políticos como de periodistas, lo que ha granjeado conmoción en los medios; los columnistas que denostaron de Duque durante su campaña presidencial hoy lo tratan con tibieza, como esperando que cambie de opinión y les garantice los anhelados contratos de asesorías. Dicho limbo nos devuelve, de hecho, al mejor periodismo, al carente de intereses estatales, pues incentiva la vigilancia sobre las acciones del gobierno actual. Un problema que Duque tendrá que confrontar es la férrea defensa que los medios harán de la JEP ante cualquier cuestionamiento por parte de su gobierno, dado que el presupuesto de la JEP en publicidad y asesoría está garantizado desde el gobierno anterior. 

Los líderes que perdieron las elecciones presidenciales, entre tanto, persisten en desconocer los logros de Duque y convocan reiteradamente a protestas sociales. La más reciente es para la próxima semana.  Ningún gobierno es perfecto, pero antes de protestar por no otra razón que el mandato maniqueo de un líder, es valioso reflexionar sobre la posibilidad de trabajar conjuntamente como nación por el respeto, la inclusión y la diferencia. hsantand@yahoo.co.uk

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