La Colombia futura que contiene a los violentos del presente y la amenaza del pasado
La batalla que libra Colombia no es sólo entre violentos, sino entre ideologías. Quetzacoalt, dios de la bondad, se debate ahora contra Huixilopochtli en la cordillera de los Andes. La nobleza de Gandhi, latente en el 40% de los colombianos, lucha contra el 30% de ascendencia humillada que quiere destruir la nación para culpar a la élite uribista y centralista que nos gobierna desde el 2002. Pero nuestra lucha es en dos frentes, y más temeroso que los terroristas urbanos es el odio de las clases prestantes, ese 30% que dio forma a los grupos paramilitares de los 1990s. Un error común de los jóvenes simpatizantes de la izquierda y sus rígidas jerarquías es el creer que el paramilitarismo sigue vivo. La sociedad se dio cuenta, hacia el 2004, de sus excesos y lo condenó; prueba del giro de 180 grados del gobierno de Uribe fue la extradición de tantos paramilitares. En otras palabras, a partir del 2005 el 100% de los colombianos consideraron a los p aramilitares criminales. Entonces o...