La Revolución del Huevo, o de un gabinete sin académicos o artistas

   ¿Por qué este paro ha tenido tanto apoyo popular?, es lo que se preguntan los politólogos sobre las peligrosas marchas de protesta justo en el tercer pico de la pandemia. La mayoría culpa al exterrorista Petro por sus previos intentos de protagonismo político en anteriores marchas de protesta. 

   Pero además de un instigador es necesario una chispa, y esa chispa coincide con aquella que desencadenó la revolución francesa de 1789. Siete años antes, en 1782, Rousseau publica Las Confesiones, en donde relata que cuando alguien preguntó a María Antonieta que el pueblo estaba pasando hambre, su respuesta fue: Qu’ils mangent de la brioche (Que coman entonces pasteles). Nueve días antes de las multitudinarias marchas en Colombia la periodista Vicky Dávila pregunta al Ministro Carrasquilla el precio de un huevo, y éste afirma que 1800 pesos es el precio de una docena. Poco importa que el ministro haya manifestado su inseguridad, o que Vicky se sumara al exclusivo grupo de colombianos que, viviendo en una nación famélica por la peste y la deuda externa, no debe preocuparse por el precio de un huevo. Poco importa que la agresiva expresión me vale huevo exprese precisamente el desinterés que en tiempos pasados despertaba un huevo en el consumidor.  

   En la Colombia del 2021 el precio de un huevo importa, pues constituye la proteína básica de muchas familias que lo combinan con arroz para su subsistencia diaria. La indignación que suscitó fue, por lo demás, en todos los estratos, pues, a diferencia de los servidores públicos, los ingresos de los microempresarios y empresarios de Colombia ha menguado con las cuarentenas y toques de queda, y las deudas de los colombianos amenazan con sus inversiones de toda una vida.  Si Carrasquilla fuese un político educado en la política, esto es, en la historia, o si hubiera sido cinéfilo y hubiera visto la cinta de Sofía Coppola, habría sin duda recordado la anécdota de María Antonieta, y como Vicky habría confesado su ignorancia, diciendo, por ejemplo, que como la mayoría de los hombres no sabe, pues de las compras se encarga su esposa. O si hubiera dicho que la docena vale 5000 pesos, por otra parte, la furia no habría tenido asidero, pero su tanteo cayó en el lugar más contraproducente, aquel en que las lágrimas de tantos colombianos yacen cuando ya no tienen sino deudas y necesidades.  

   Pero el gabinete de Duque no es de académicos o artistas, sino de tecnócratas, y su actuar no está determinado por el sentido común y la creatividad que otorga el arte y la ciencia, sino por las estadísticas de rendimiento que inspiran promociones y bonificaciones en las grandes corporaciones. El Centro Democrático, que cuenta con académicos como José Obdulio Gaviria, ha sido, después de haber entregado el poder a Duque, puesto a observar a su protegido desde la barrera, como un Príncipe caprichoso que se ha deshecho de la regencia de los ministros del antiguo Rey, los mismos que lo llevaron al poder entregando su confianza en consejeros infiltrados por sus enemigos.  

   En el juego de ajedrez de la política, las fuerzas que llevaron a Duque al poder sufren ahora su derrota y su victoria; el mismo Petro dijo hace unos días que con el nuevo ministro de economía Duque había hecho un “enroque”. Pero el juego no está acabado, y aún es tiempo de rectificar lo hecho. 

   Mi primera sugerencia sería un cambio de gabinete para que se incluya a pensadores y poetas, y la segunda hacer de esta revolución en una revuelta con una generosa subvención de la canasta familiar, en donde la docena de huevos a 1800 pesos sea realidad.  Pero en la Realpolitik lo más sensato es convocar a Santos, padrino de Petro y figura grata de las ONGs internacionales para lograr una reconciliación nacional.

Hsantand@yahoo.co.uk