En el camino de Pondichery

Hace unos días conocí a Siddharth; se me acercó cuando compraba un jugo de níspero y me preguntó de que país era. Cuando le dije que Colombia se mostró tan extrañado como la mayoría de colombianos lo haría si se encontrasen en las calles con un kirguizo.  Colombia aquí es desconocida para la gran mayoría de los hindúes, y sólo asienten ante turistas estadounidenses o europeos. Siddharth entonces me preguntó que países había visitado; cuando le dije varios de ellos me preguntó en cuál me sentía mejor. Yo le dije que la India lo era ahora, como lo fue Francia hace un mes y Portugal a su tiempo. Siddharth comentó que quería vivir en otro país pues estaba harto la India. "¿Se és feliz en Colombia?" Le dije que la felicidad de cada cual era interior, y que jamás la encontraría fuera de sí. "Hay infelices en todos los lugares". Ayer me lo encontré de nuevo y me preguntó que materias enseñaba; le respondí que guiones y producción de cine. "Y han de ser filosóficos", acotó. Me sorprendí; en efecto recurro frecuentemente a la filosofía ante mis alumnos con el fin de dar consistencia a los personajes. Sólo entonces recordé nuestra conversación anterior. "Siempre la tengo presente". Le dije que en dos semanas me mudaría de Potheri a Chennai. "Entonces ya no nos veremos" Siddharth comentó con tristeza.  "¿Le gustaría viajar con unos amigos este jueves a Pondichery?" Acepté sorprendido de su hospitalidad. Tomaremos el tren en la noche y llegaremos justo antes del amanecer a las playas de Pondichery, ese enclave que los franceses construyeron y preservaron ante la colonización de los ingleses. Su arquitectura es interesante, y me dicen que se habla francés en las calles.

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