🎬 Hamlet de América de Hugo Santander Ferreira: Shakespeare desde el Sur Global y el teatro épico en la era del capitalismo global
En la historia del teatro, pocas obras han sido tan revisitadas como Hamlet. Sin embargo, la mayoría de estas adaptaciones han respetado de manera casi sagrada el texto shakesperiano, limitándose a variaciones escénicas o de ambientación.
Hamlet de América, escrita y dirigida por Hugo Santander Ferreira, rompe con ese molde: no es una simple traslación de época ni una relectura simbólica, sino una reescritura radical que asume el mismo gesto creativo que Shakespeare tuvo al transformar La tragedia española de Thomas Kyd en su propio Hamlet.
Como Shakespeare con Kyd, Santander Ferreira utiliza el material heredado como cantera, alterándolo y reestructurándolo para hacerlo hablar en otro tiempo, otro lugar y bajo otro sistema de poder. El resultado es un Hamlet que deja atrás el palacio renacentista para vivir en Filadelfia y Bucaramanga, en un mundo dominado por corporaciones multinacionales, guerras civiles, neocolonialismo y capitalismo financiero.
📜 Shakespeare y Kyd: un antecedente de reescritura
Es fundamental recordar que el Hamlet que conocemos no surgió de la nada: Shakespeare partió de un drama de venganza preexistente, probablemente The Spanish Tragedy de Kyd y una versión perdida de un Ur-Hamlet. Kyd ya ofrecía los elementos esenciales: un príncipe extranjero, un padre asesinado, un espectro reclamando justicia, un juego de espionaje y engaño que culmina en un baño de sangre.
Shakespeare tomó esa base y la moldeó sin respeto reverencial: amplió monólogos, redefinió motivaciones, introdujo teatro dentro del teatro y creó un personaje cuya profundidad psicológica lo convirtió en arquetipo universal. Su gesto fue audaz: intervenir en una obra ajena hasta convertirla en otra cosa.
Esa misma audacia es la que Hamlet de América recupera para el siglo XXI.
🏛 Hamlet reescrito, no solo adaptado
Santander Ferreira no teme alterar el texto shakesperiano. Reconoce que Hamlet es ya una adaptación y que, como tal, puede —y debe— rehacerse para seguir siendo verdad. La estructura dramática se conserva, pero el tejido de las escenas y el sentido político cambian radicalmente.
En esta versión, Elsinor no es un castillo, sino la sede central de una corporación energética con intereses en América Latina. Claudius no asesina para ceñirse una corona, sino para apropiarse de contratos petroleros, minas de carbón y recursos estratégicos. El espectro del padre de Hamlet no surge de las tinieblas de Elsinor, sino de una puesta en escena interna: un actor contratado que encarna esa figura, en clara alusión brechtiana a la construcción política de la “verdad”.
🎭 Brecht en el corazón de Hamlet
El enfoque de Hamlet de América es brechtiano en forma y fondo. Santander rompe la ilusión teatral:
Alterna verso shakesperiano con jerga corporativa, legal y revolucionaria.
Inserta monólogos directos a cámara que interpelan al espectador.
Introduce escenas filmadas, cortes abruptos y saltos temporales.
Hace visibles las costuras de la ficción, obligando a analizar en vez de consumir pasivamente.
Como en Brecht, el espectador no debe identificarse ciegamente con el héroe, sino reflexionar sobre las estructuras de poder que lo rodean.
⚖ De la tragedia personal a la tragedia sistémica
En el Hamlet original, la venganza es un dilema íntimo: matar o no matar al tío que ha asesinado al padre.
En Hamlet de América, la venganza es colectiva y política: no se trata solo de un usurpador, sino de un sistema que explota pueblos enteros mediante deuda externa, guerras subsidiarias y extractivismo.
La célebre reflexión sobre “Dinamarca como prisión” se convierte aquí en una denuncia del capitalismo global:
HAMLET: “Pensilvania es una cárcel.”
ROSENCRANTZ: “Entonces también lo es el mundo.”
HAMLET: “Una excelente cárcel, en el cual hay muchas celdas, calabozos y mazmorras, siendo Pensilvania una de las peores.”
Ofelia, en este contexto, encarna a las víctimas invisibles del neocolonialismo: embarazada, sin poder escapar, termina ahogada en un riachuelo de Bucaramanga, imagen poética y denuncia social.
📌 El monólogo de Bucaramanga: guerra civil e inacción
Uno de los momentos clave es el monólogo de la página 53, donde Hamlet contempla Bucaramanga y se recrimina su pasividad mientras campesinos y soldados mueren en la guerra civil:
HAMLET: “¿Qué es este hombre, si su dicha principal y el mejor uso de su tiempo no es más que el dormir y el alimentarse? [...] Para mi vergüenza he visto la muerte de campesinos y soldados entre una pobreza prolongada por mi misma estirpe: veinte mil muertos para los cuales no hay una tumba suficiente ni un continente para ocultar sus degollados. ¡Oh! Desde ahora que mis pensamientos sean sangrientos o sean nada.”
Aquí, Ferreira sustituye la marcha de Fortinbrás del original por el telón de fondo de la guerra civil colombiana, anclando la reflexión en un contexto real de desigualdad y violencia prolongada. Hamlet ya no se compara con soldados que luchan por un “huevo vacío”, sino que se enfrenta a la complicidad de su clase en una tragedia nacional.
El tono brechtiano está en la interpelación implícita al espectador: la inacción de Hamlet no es solo suya; es la de todos los que observan sin intervenir.
🖋 Hamlet y Kane: herederos de un poder adoptivo
En esta lectura, Hamlet se acerca a Charles Foster Kane de Citizen Kane. Ambos son adoptados por estructuras corporativas: Kane por el magnate que lo convierte en un instrumento mediático, Hamlet por la corporación Elsinor que hereda junto a su linaje.
Los dos crecen dentro de un sistema que moldea sus aspiraciones y limita su libertad real. Kane intenta dirigir el flujo de la información; Hamlet, rebelarse contra un imperio corporativo. Ambos fracasan en redimir el poder que reciben y acaban víctimas del mismo mecanismo que pretendían depurar.
🔄 Diálogo con Müller y Stoppard
La obra dialoga con otras reescrituras célebres:
Heiner Müller, en Hamletmachine, desintegra la trama en un collage posmoderno. Santander, en cambio, mantiene una narrativa reconocible pero la atraviesa con montaje fragmentado y crítica política.
Tom Stoppard, en Rosencrantz and Guildenstern Are Dead, explora el absurdo existencial desde los márgenes. En Hamlet de América, Rosencrantz y Guildenstern son ejecutivas corruptas al servicio de Claudius, y su destino no es metafísico sino consecuencia directa de sus intrigas corporativas.
🎾 Un final simbólico y feroz
El duelo final deja de ser un combate de espadas para convertirse en un partido de tenis con raquetas envenenadas: el deporte burgués transformado en metáfora de la competencia empresarial letal. Gertrude muere al beber la copa envenenada; Claudius es obligado a beber su propio veneno; Laertes cae confesando sus crímenes. Horacio, tentado por el suicidio, recibe de Hamlet la orden de “dar cuenta de mi causa al mundo insatisfecho”.
🖋 El regreso a la libertad shakesperiana
Hamlet de América asume la misma libertad que Shakespeare tuvo con Kyd: no es una adaptación tímida, sino una apropiación creadora. Respeta la raíz trágica, pero la injerta en el tronco del siglo XXI, donde el poder se ejerce con contratos, fusiones y guerras económicas.
Es un Hamlet del Sur Global:
Que conoce las cláusulas de un contrato de inversión.
Que ha visto morir pueblos por decisiones tomadas en oficinas alfombradas.
Que sabe que “Dinamarca” puede llamarse Pensilvania, Bucaramanga o cualquier territorio atrapado por el capital.
Como Shakespeare con Kyd, Santander Ferreira reivindica el derecho a reescribir el mito para hacerlo hablar en su tiempo. Hamlet de América es teatro épico, cine político y manifiesto poético.
Un Hamlet que no pregunta solo “ser o no ser”, sino:
“¿Qué es ser humano cuando el bien principal y la virtud de la época no son más que el sueño y la comida?”
Más que una adaptación, es un acto de resistencia cultural.
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