Pondichery, otra concepción de la playa hindú

Nos reunimos a la una de la madrugada frente al hotel de la universidad; Siddharth me presentó a Sizu, en quien pronto identifiqué al líder de la excursión. Tomamos un auto y llegamos un terminal de buses, en donde un taxista ebrio nos ijo que ya no habían buses a Pondichery y que debíamos ir con él. Sizu se opuso y tras conversar con varios locales nos dijo que debíamos tomar un bus a otro poblado a una hora y que de allí partiríamos a Pondichery. Al recordar que ni Siddharth ni Sizu hablaban Tamil, interrogué a Sizu como logró comunicarse con los locales. "Yo los interpelo en Hindi y ellos me hablan en Tamil; de algún modo nos entendemos". El taxista ebrio volvió y sostuve una conversación con él, para disgusto de Sizu, quien sentía desconfianza. "Desde que no se ponga violento...", me advirtió. 

Varios transeúntes orinaban en la calle; yo les comenté que en Colombia o en Francia ellos serían amonestados por la policía, si no arrestados, a lo cual ambos estallaron en una carcajada. "Si es necesario, es necesario".



En el bus me percaté que una niña hermosa de unos once años se recostaba junto a mis rodillas. Detrás vi a otras mujeres también sentadas en el suelo. "Práctico", le dije a Siddharth, reservándome mis pensamientos sobre como sería una salida de emergencia." Pero no está permitido para los hombres.
Llegamos a las cuatro de la madrugada a Pondichery; caminamos hasta la playa en donde encontramos el monumento a Ghandi. En un comienzo lo tomé como otra escultura, afín a la de tantos próceres colombianos, pero noté que tanto Siddarth como Sizu lo veneraban. Es verdad que el gran hombre de la paz de nuestra era es Ghandi, así los suecos no lo hayan galardonado con el premio Nobel de la Paz.
Entonces nos instalamos en un café frente al mar, a vislumbrar el sol incandescente entre las nubes del amanecer, con olas que estallaban en las rocas. Siddharth estaba fascinado con la ciudad -en realidad con el balneario-, que no conocía. En verdad Podichery tiene una playa hermosa, si bien no concuerda con su idea occidental; es rocosa y apenas hay un receso arenoso junto al embarcadero para bañarse. Sólo los adolescentes hindúes retozan en sus olas. Ni las mujeres ni los hombres lo hacen; tal vez les parezca demasiado espectáculo, y se limitan si acaso a dejar que las olas acaricien las plantas de sus pies. Al principio me extrañé, pero ahora ya lo he asumido como lo más conveniente. La metáfora para un poema me fue entregada esa mañana: olas incesantes en su plegaría a la creación como los Ave María de un rosario.

Pondichery, también llamado Puducherry, புதுச்சேரி en tamil, Poudouchéry en francés o Pondicherry, tiene fama entre los occidentales de tener un aire francés. Si por francés se refieren a sus primeras avenidas con pasacalles amplios, su percepción es limitada; si lo es en referencia a su historia, y al hecho que varias de sus calles porten nombre francés. En realidad es bastante similar al Rodadero en Santa Marta.
 
Decidí entonces que no volvería el mismo día, como había pensado, y se lo hice saber a mis amigos. "Es un sitio hermoso para la soledad". Decidí que emplearía ese tiempo adecuando mi portal, que hacía ya más de un año no revisaba en forma. Mis dos amigos se lamentaron que debían viajar al día siguiente a sus ciudades de origen. Siddharth se comprometió a darme clases de Hindi a su regreso.

Alquilé una habitación con vista al mar por tres noches por cinco mil rupias.




Comentarios

  1. Bueno me imagino que habrá sido una experiencia maravillosa. Los lugares dan sensación de paz.
    Mi blog:
    http://www.debatepopular.blogspot.com

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