El alma de Colombia ha de prevalecer
Desde la
antigüedad el hombre ha sido tripartito; su mente, su alma y su cuerpo se
manifiestan en los ámbitos del poder, la fama y el dinero. Fue Platón quien
reseñó la prioridad a la mente y la política sobre los sentimientos del alma y
los bienes materiales del cuerpo. En efecto, como lo comprobaron los
empresarios judíos bajo la esvástica nazi, no vale ser adinerado si el poder
está en manos de intolerantes. Los místicos, no obstante, desprecian el poder y
el dinero para dar prioridad al alma, esto es, a los sentimientos. Tanto Buda
como Jesucristo y Mahoma son apreciados por su compasión hacia los sufrientes,
su desapego a los bienes terrenales y su firme creencia en que la vida no es
más que un espejismo que se rompe con la muerte para revelarnos el reino de los
justos. Los mártires, con su desprecio a la muerte, forjaron la iglesia que
preserva, según Coleridge, el Imperio Romano en el Vaticano. Pero también hay quienes creen que la
satisfacción de los placeres corporales a través del dinero es lo más
importante en la vida; Epicuro, Schopenhauer, Freud y Foucault señalaron la
primacía del placer sexual.
Las tres posturas han tenido críticos y
áulicos: Jesús criticó a Platón con una pregunta que forjó a los jesuitas 15
siglos después: “¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo si con ello pierde
su alma?”; Arendt criticó la compasión, pues es contraria a la libertad y si
bien une al compasivo con la víctima lo antagoniza con el supuesto victimario;
Espinoza prescribe que los placeres corporales son temporales y sólo causan
desgaste, coincidiendo con Aristóteles, quien señaló que el sexo y el baile son
placeres de esclavos a quienes se les niega la participación en la política.
Estas tres perspectivas se debaten en el momento
coyuntural que vivimos en Colombia. Al releer la historia de la Francia de
Juana de Arco, la España de Carlos V y la USA de los pioneros, la fuerza
mística fue la que forjó sus imperios.
Persia, la Grecia de Alejandro y la Roma de Julio César surgieron del
impulso político, pero no hallamos ejemplos de una sociedad o imperio que
surgiese del afán de los placeres corporales; por el contrario, son ellos los
que anteceden la decadencia, tanto en Babilonia como en Roma.
La izquierda orquestada desde Cuba da
prioridad a la mente o el poder, pero para lograrlo, discurre sobre el dinero o
los placeres corporales. En esa discordancia radica el fracaso de sus proyectos
universales, tanto en la URSS como en Nicaragua y Venezuela; se promete
prosperidad y riqueza, pero al cabo de unos cuantos años sólo ofrecen pobreza y
abstinencia. Sus ídolos de barro saben que los preceptos de Marx sobre el
capitalismo del siglo 19 son obsoletos, y que sus prescripciones de rediseño
social son los causantes de las masacres de Hitler y Stalin. Seducen a los
docentes y estudiantes que la educación en Colombia debe ser gratuita, como en
Francia y Alemania, sin considerar que Colombia es un país en vía de
desarrollo, y organizan marchas utópicas con el fin de preparar su candidatura
para la próxima presidencia. Los estudiantes se ilusionan y marchan como
escudos de los vándalos del “brazo guerrerista” de la izquierda. Abarcando la
mente y el cuerpo han ahogado el alma con anatemas; quien hable de Coelho o
cite la Biblia es un retrógrado. Al famoso que se imponga sobre sus intereses
en virtud del amor que el pueblo le profesa, lo critican como a Maluma o lo
ignoran como a Shakira.
El filme de Fritz Lang, “Metrópolis”
representa bajo la estructura del melodrama la solución al impase de sociedades
como la nuestra: entre los gobernantes y los trabajadores debe mediar el
corazón, lo que traduce que entre la política y el cuerpo debe primar la
compasión. El día en que los colombianos superemos la polarización y nos
preocupemos de no herir los sentimientos del otro habremos alcanzado el
Parnaso. Duque, con su actuar, lo ha logrado en 100 días, pues sabe, como
Confucio, que las leyes son obedecidas por temor; la virtud, por ejemplo.
Hsantand@yahoo.co.uk
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