Diario de la Peste Mundial COVID19, Marzo 27. Nostradamus
Nostradamus, que ha predicho tantos eventos de la historia, escribió un cuarteto que parece aplicarse a la tormenta que nos azota:
Le iuste mort à tort à mort l'on viendra mettre
Publiquement du lieu esteint:
Si grande peste en ce lieu viendra naistre,
Que les iugeans fuyr seront contraints.
Que traduciría:
El justo sin justicia a muerte será llevado
Públicamente, y de su lugar extinto:
Tan gran peste en este lugar se producirá,
Que los juzgadores a huir serán obligados.
Y que interpretó, a la luz de eventos recientes, según mi modesta inspiración:
Públicamente, y de su lugar extinto: (Se legalizará su muerte en el vientre de sus madres)
Tan gran peste en este lugar se producirá, (En todos los países que lo han legalizado)
Que los juzgadores a huir serán obligados (Tendrán que abandonar sus trabajos como jueces).


Hoy, con el mundo aterrado por el COVID19, virus impredecible que se lleva a adolescentes y a ancianos por igual, los movimientos pro-asesinato han sido repentinamente eclipsados. El Papa leyó el pasaje del evangelio en que los apóstoles y Jesús son azotados por una tormenta, en la cual el Señor permanece sereno. ¿Por qué temer a la furia de una naturaleza de la cuál el Creador nos ha hecho parte? El mismo pasaje fue el que llegó a mi mente en la era de los terremotos hace apenas 8 años.
En el 2012 vivía en India y la tierra era azotada por terremotos. Se creí que sería el fin del mundo y la gente clamaba por piedad al cielo. Entonces viví una experiencia mística previa a un terremoto en Chennai. El Señor me anunció que parte del mundo sería destruída por calamidades. Oré vehementemente, solicitando su clemencia. "¿Quién soy yo para ser escuchado?", había preguntado un año antes recordando mis excesos. "No te juzgo por tus hechos", me dijo enseñando las espinas de su corazón sangrante, "Te juzgo por las intenciones de tu corazón".
Quise publicar un relato sobre ello, pero el Señor me pidió un poema. Lo publiqué entonces, y ante la indiferencia de mis conocidos lo eliminé, pues sabemos que cualquier experiencia mística irrita la lógica occidental.
Los terremotos cesaron y fueron olvidados. La humanidad volvió a su rutina y olvidó que era frágil.
El pasaje que leía de la Biblia, aquella mañana, era el capítulo 13 del libro de Deuteronomio.
VIII.
"Y abandonaré a los falsos profetas, me dijo
A quienes intentaron desviarte de la Verdad".
Y vi a los hombres y mujeres de esta tierra
Con quienes había compartido tantos días
Y le dije que sus intenciones eran nobles
Y me sumí en un sopor profundo
Al despertar las edificaciones se movían
Era la ira de Shiva cuando el Señor se aleja
Mas los gritos de las mujeres me compungieron
Por tus bendiciones, Señor, vuelve, supliqué
Y los bloques de cemento se calmaron
Como las olas de Cafarnaum después de la tormenta
"Pues ya me alejo de quienes me desprecian"
"Pero son mi generación", Señor, "supliqué"
"Los terremotos disminuirán", me consoló
"Pero, lejos de mí, las enfermedades vendrán".

En la Plaza de San Pedro una luz celestial manifestó la presencia de la Virgen María, según la iconografía que todos los cristianos conocemos. Dicha luz se presentó casi simultáneamente en Colombia, al norte de nuestra ciudad (ver foto adjunta). Pero hay un detalle que sobresale en la aparición de la Plaza de San Pedro: allí el vientre de la Virgen brilla con un resplandor propio. La santidad del feto es anunciada a quienes creemos en todo el esplendor del advenimiento de nuestro redentor.
Los no creyentes sólo verán un fenómeno óptico, pues, como dice el muchacho de Kim de Rudyard Kipling, quienes no han accedido a los misterios de la revelación no pueden comprender las manifestaciones divinas.
El mensaje es muy sencillo para creyentes y no creyentes: la vida debe respetarse desde el momento de la concepción.
Dixit.

Quise publicar un relato sobre ello, pero el Señor me pidió un poema. Lo publiqué entonces, y ante la indiferencia de mis conocidos lo eliminé, pues sabemos que cualquier experiencia mística irrita la lógica occidental.
Los terremotos cesaron y fueron olvidados. La humanidad volvió a su rutina y olvidó que era frágil.
El pasaje que leía de la Biblia, aquella mañana, era el capítulo 13 del libro de Deuteronomio.
VIII.
"Y abandonaré a los falsos profetas, me dijo
A quienes intentaron desviarte de la Verdad".
Y vi a los hombres y mujeres de esta tierra
Con quienes había compartido tantos días
Y le dije que sus intenciones eran nobles
Y me sumí en un sopor profundo
Al despertar las edificaciones se movían
Era la ira de Shiva cuando el Señor se aleja
Mas los gritos de las mujeres me compungieron
Por tus bendiciones, Señor, vuelve, supliqué
Y los bloques de cemento se calmaron
Como las olas de Cafarnaum después de la tormenta
"Pues ya me alejo de quienes me desprecian"
"Pero son mi generación", Señor, "supliqué"
"Los terremotos disminuirán", me consoló
"Pero, lejos de mí, las enfermedades vendrán".

En la Plaza de San Pedro una luz celestial manifestó la presencia de la Virgen María, según la iconografía que todos los cristianos conocemos. Dicha luz se presentó casi simultáneamente en Colombia, al norte de nuestra ciudad (ver foto adjunta). Pero hay un detalle que sobresale en la aparición de la Plaza de San Pedro: allí el vientre de la Virgen brilla con un resplandor propio. La santidad del feto es anunciada a quienes creemos en todo el esplendor del advenimiento de nuestro redentor.
Los no creyentes sólo verán un fenómeno óptico, pues, como dice el muchacho de Kim de Rudyard Kipling, quienes no han accedido a los misterios de la revelación no pueden comprender las manifestaciones divinas.
El mensaje es muy sencillo para creyentes y no creyentes: la vida debe respetarse desde el momento de la concepción.
Dixit.
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