Diario del año de la Peste Mundial, Marzo 25. Los méritos de la Ficción

Los méritos de la Ficción

Carl Gustav Jung
Anoche trabajé hasta tarde editando el video que explica la compra compulsiva de papel higiénico. Creo, como Jung, que las ideas no son inventadas, sino descubiertas o entregadas. Escribo porque me asombra caer en cuenta, gracias a mi amigo Carlos Hernando, que nadie más ha expresado lo que a mi modo de ver es evidente. El artículo base del video fue publicao hoy en El Frente. Investigué sobre el tema y descubrí un video de un periodista joven de El Tiempo, quien, evidentemente, había investigado en la red las opiniones sobre el tema. Todas se centraban en el hábito social del consumo, no en la psicología individual. A menudo me siento como Cassandra, aquella profetisa que anunciaba lo que ocurriría sin que nadie la escuchara. Vivo en una generación que ve a influencers que lamen la tapa de un inodoro (par enfermarse) y menosprecian la lectura o el conocimiento como una pretensión académica. En cierta discusión de redes alguien me señaló que lo importante no era leer, sino ser inteligente, refiriéndose a su líder político, quien descuella por su mala ortografía y su filosofía socialista, la cual se basa en dar lo del trabajador al zángano. Señalé entonces que quien leía y era inteligente tenía una gran ventaja sobre aquel que no leía y era inteligente. El defensor de la mediocridad no pudo continuar la discusión. 

De igual manera, ayer sostuve una larga discusión en Facebook con un personaje anónimo de la UIS que criticó la validez arqueológica de mi relato sobre la Atlántida. Me insultó -el recurso de los refutados según Schopenhauer-, y  me retó a demostrar con pruebas arqueológicas la veracidad de mi parábola. Sólo cuando le señalé que mi relato era ficción, como lo era el Macondo de García Márquez, aquel personaje detuvo sus increpaciones y calumnias y aceptó mis reproches. Sospecho que no es un estudiante, sino un docente a quien perturban mis ideas. Su ira me recuerda la del amigo de Jesús que lo odiaba, según una biografía mística inédita que leí en Pittsburgh en el 2012: de niño lo golpeaba con sevicia, y en el ascenso del calvario tomó una piedra y la estalló con furia contra el rostro de nuestro Señor. Aquel infortunado no podía soportar que Jesús dijera la verdad y predicara el amor con tranquilidad. Jesús, tras el golpe, limpió su sangre y lo miró de nuevo con compasión, pues sabía que aquel envidioso se condenaría. 



Me halaga, dejando a lado su ignorancia, el hecho de que aquel enmascarado haya considerado mi cuento un artículo científico que simplemente adolecía de falta de pruebas. Luchamos, como escritores, por sumergir al lector en la realidad de lo imaginado.


Saqué a Cleo al mediodía y fui a Bancolombia a depositar un dinero para pagar los servicios. El local estaba atiborrado de gente, y advertí que los clientes extraían dinero de sus tarjetas de crédito para pagar sus créditos. La economía está estancada y me temo que vienen tiempos difíciles. Entonces me enteré que Bancolombia congelaría el pago de sus créditos por tres meses, por lo que volví a casa en la certeza de que no tendría que pagar la cuota de este mes. Error craso. Al llegar noté que habían extraído mi dinero sin consultarme. El pago de mi cuota venció ayer y su anuncio fue de esta mañana, por lo que supongo que están en su derecho. Podría preocuparme por futuros pagos, pero confío en el Señor, tal y como se lo dije a mi padre.


Ventanería de Alutec para el conjunto residencial Arboreto en Piedecuesta
A raíz de la crisis de la construcción mi padre decidió liquidar nuestra empresa de ventanería el 1ro de diciembre. Procedió entonces a arrendarla a una familia que, según él, tendría mejores posibilidades de conseguir contratos de ventanería, pues su patriarca trabaja en medición de terrenos para planeación. Como buen hijo obedecí sin protestar, y desde entonces he estado subempleado o, como llaman los cobradores de impuestos, independiente. Escribo todos los días, como lo he hecho desde hace 30 años, pero no he logrado la celebridad que permite que un escritor viva de su trabajo. Sobreviví con mis ahorros diciembre, enero y febrero, y cada vez que mi madre me importunaba para azuzarme sobre mi trabajo, le decía: "Dios proveerá". El apoyo económico que dimos a un político con demasiado sacrificio debía, supuestamente, traducirse en un puesto de trabajo, pero los días pasaron con la diplomática excusa de que aún no hay nada que pueda ofrecerme. Entonces llegó la plaga. Estoy subempleado, es cierto, pero conmigo está desempleada más de la mitad de la nación, incluyendo aquellos que me negaron trabajo hace unos meses. Sé que mi edad, sumado a mi amor por la verdad y el estudio, crea animosidad en la mayoría de las universidades privadas, las cuales permiten que estudiantes distraídos pasen las materias sin mayor esfuerzo. El año pasado di clases de inglés en cierta institución y descubrí que, lamentablemente, los estudiantes pasaban las materias comprando las hojas de respuestas. Me opuse cambiando el examen y de inmediato fui citado a rectoría con una carta firmada por el 90% de los estudiantes. Como me dijo uno de ellos: "El inglés es un requisito. No queremos aprender ni tenemos tiempo. Solo queremos pasar su curso y salir a trabajar con nuestro diploma". La improvisación que reina en nuestra nación en esta crisis es fruto de semejantes profesionales. 

Mi madre se preocupa porque sacó a Cleo dos veces al día. Me envió un video en donde una mujer proclama que el virus de la peste está en el aire por tres horas, y que se pega al cabello, a la ropa y a los zapatos. Pero, aunque tomamos las precauciones y me ducho al volver a casa, mi mayor protección es mi fe en el Señor. En el 2011 me dio todas sus bendiciones en India, y en el 2012 me manifestó su amor. Si llego a enfermarme, me lo dice cuando medito, será para llevar esperanza a médicos y pacientes. La muerte, para quien ha vivido con buenas intenciones y ha vislumbrado el más allá, es una bendición. Sé que ni tan siquiera mi razón aprueba aquellas revelaciones, pero la certeza de que ocurrieron milagros y portentos en India y Canadá humilla, para emplear la expresión de Kant, a cualquier razón. Le he rogado que aleje la plaga de mis amigos y mis parientes queridos. 

¿No podemos, quienes hemos sido ungidos, interceder por quienes hemos amado por su nobleza? Como me explicó un hindú en el 2011, si tú amas con locura a tu Dios, ese Dios también se vuelve loco por ti. Tengo enemigos, a quienes también he protegido por años, pero en vista de sus repetidos ataques, tras esta pandemia les he retirado mis intercesiones. A lo largo de más de diez años les he ofrecido mi segunda mejilla, siguiendo los dictados del evangelio, y han vuelto a abofetearme.  "Quien maltrata a un indefenso me maltrata a mí".

Según el salmo 91 su caída es inminente: así lo he presenciado aquí y en el Indostán. 
Mañana continuaré mi novela de vampiros. El terror es más religioso de lo que los ateos creen.




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