Diario de la Peste Mundial - Marzo 24. The Network

Marzo 24 de 2020



Anoche vimos The Network, un filme de 1976 sobre la crisis económica de los 1970s en USA, en donde una celebridad que amenazó con suicidarse porque debían despedirlo se tornaba en profeta. El filme es acartonado y responde a lo que llamo Cinema Programático, aquel en que intervienen muchos cerebros hasta que pierde toda lógica y cualquier asomo de sensibilidad. 
 
Su final es absurdo: los corporados de una estación de televisión americana deciden matar al falso profeta y lo ejecutan de la mano de las panteras negras. No difiere, de hecho, de aquellos filmes que ganan festivales aquí y allá sin lograr capturar a un público masivo, ni de los guiones que en Colombia Proimágenes premia para dar alimentación, viaje y viáticos a una treintena de parásitos internacionales que sin haber hecho una sola película son expertos en guion y cine, y al final terminan premiando a aquellos filmes de quienes congracian con los burócratas de Proimágenes. Lo escribo porque fui jurado de Proimágenes y conocí su podredumbre. 
 
Ni El Abrazo de la Serpiente se salva de la telaraña de aquella burocracia, que a pesar de invertir miles de millones de pesos no ha logrado un sólo éxito global, como si lo han logrado los argentinos, los brasileños, los mejicanos y los españoles. 



Soñé que con mi esposa y mi perrita Cleo vivíamos una aventura en la era de la colonización americana. Al despertar tenía un fuerte dolor de espalda, con seguridad fruto de mis largas horas frente al computador. S
 
aqué a Cleo en medio de comentarios irritantes en las redes sobre las multitudes que habían hoy salido a comprar mercado y a trabajar. A pesar de las buenas intenciones del Presidente, la gente no se resiste a cumplir una cuarentana sin dinero. Anoche me llamó un mecánico a pedirme que le llevara mi auto, que gotea algo de aceite, para arreglarlo. ¿Cuándo se había visto semejante diligencia? Le prometí que lo llamaría si salía, lo que no hice por prudencia. Además, ¿de qué me sirve un auto pulcro si lo voy a dejar en el garaje por varios meses? En el grupo de mi promoción, el único que sigo -he abandonado decenas por considerarlos consumidores del tiempo-, Iván Rojas manifestó su fastidio hacia el ministro que anunció el toque de queda, pues la similitudes han desbordado los mercados de Bogotá. Le señalé que el toque de queda del gobierno comenzaba mañana y que el de hoy era responsabilidad de Nayibe López, la alcaldesa oportunista que desgasta al gobierno central con sus  pataletas. Nayibe aspira a la Presidencia, es evidente, y su plan es desautorizar a Duque en público para despertar la simpatía de los colombianos. Está logrando lo contrario. Sus infundadas pataletas sólo acarrean la pérdida de un tiempo precioso que se va a traducir en muertes en los próximos días, pues su ciudad es el centro de la peste. Nadie olvidará que Nayibe, emulando a sus camaradas nicaragüenses y mexicanos, consideró al COVID-19 una simple gripa, desestimando medidas de precaución.

Saqué a Cleo con precaución alrededor de la cuadra; justo hoy cumplía un año de llegar a nuestras vidas. Evité a los venezolanos pedigüeños, quienes ahora portan tapabocas y guantes de hule. Ellos, a propósito, se lanzan sobre mi humanidad conversando a todo pulmón, esperando intimidarme con su aliento. Lamento el aciago destino de aquella nación que eligió el socialismo a partir de sus falsas promesas. El horror es que haya un creciente número de colombianos que caigan en la misma red bajo las mentiras de los líderes de izquierda y ante el canto de sirenas de los narcofajos de la FARC. Fueron ellos los que salieron en los pasados paros a inmovilizar el país, algo que hoy lamentan. Los crédulos jóvenes que obedecen a líderes estudiantiles dominados por los ancianos comunistas, perdieron el pasado semestre protestando en vano, y me temo que perderán este por la plaga. Un año de sus vidas al servicio de unos ancianos egoístas y manipuladores que ahora gozan de privilegios senatoriales. He leído a más de un estudiante lamentar la pérdida de tiempo en protestas baladíes cuando estaban sanos. 

Conversé con mis padres, quienes me comentaron que ya habían pruebas fehacientes, según los medios, de que China era la culpable de esta peste, la cual habían esparcido para deshacerse de un décimo de la humanidad. 
 
Investigué y me llamó la atención la desaparición de los doctores que denunciaban las prácticas de las autoridades chinas de crear un virus letal. Infiero que no es casual que el laboratorio de investigaciones biológicas más sofisticado de China quede apenas a 37 kilómetros del mercado de animales salvajes de Wuhan. En caso de un escape del virus, habrán dictaminado sus ajedrecistas, siempre podemos alegar que se trató de un virus que importaron los animales salvajes. Dicha jugada es vil y puede acarearle un karma destructor de su civilización a los chinos, si es que el mismo COVID-19 no es ya el karma por torturar a los animales comiéndoselos vivos. Los cubanos dicen, al mismo tiempo, ser los salvadores, pues han descubierto que la manzanilla y el te verde bloquea el virus. En Italia se verá si sus improvisadas hipótesis cuajan. Lo dudo. 

Preparé un pollo rostizado, el cual doré por dos horas. Quedó muy bien preparado, sin grasa, con anís y jengibre. Sin embargo, arreglando la alacena, descubrí ocho cabezas de ajo criollo pudriéndose en una bolsa  de plástico fuera de la nevera. Sentí un profundo dolor, pues me costó trabajo conseguirlos. Los compré en 4.000 pesos y hoy descubro que los están vendiendo en 20.000, pues ha cundido una voz en redes que asegura que el ajo y el jengibre detienen el virus. 

Salí a mercar al lado, lo que ameritó mi segundo baño, pues al emplear RAPPI prime, que se supone que es prioritario, me indicaron que los domicilios del supermercado sólo llegarían en cuatro días. Mercosur es costoso, pero fui allí, pues no es tan conglomerado y queda justo al lado. Llamé a mis padres, que requerían de huevos, para indicarles que me había suscrito a prime por un mes para solicitar sus productos. 
 
Mi padre me reprendió, diciendo que el costo de 19.000 pesos era exagerado -y eso a pesar de que cada domicilio que ellos requerían les cobraba 4.500 pesos-. No quise retarlo a que calculásemos cuentas, pues a su edad la terquedad es una virtud. Lo que me irritó fue que me recriminará por hornear un pollo, alegando que ellos se están preparando para la escasez comiendo apenas un trocillo de carne con un huevo. Le aclaré que mi pollo era diminutos, como ahora acostumbran venderlos en los supermercados, inyectados con soya y agua. Se arrepintió de su comentario, pues luego de despedirnos me envió de inmediato por Wsup la lista de los teléfonos de los mercados públicos que están enviando pedidos a domicilio. 

Saqué a Cleo al atardecer, lo que me llevó a tomar una tercera ducha. Al volver comí otra presa de pollo y trabajé en mi video sobre el ensayo que había escrito ayer sobre el papel higiénico. Noté que El Tiempo había publicado un video en donde un periodista daba una floja explicación basada en notas de prensa. Ese es el motivo de la escritura. Descubrir que lo que uno toma como evidente no es evidente para los demás. Apenas termino de publicarlo en YouTube:

 







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