¿Para qué sirve la literatura?


La vida se divide en dos: en la una somos actores, y en la otra espectadores. Como actores desconocemos el fin de una trama que puede acabar en triunfo o desgracia; un trabajo por el que luchamos o un amor que queremos conquistar, son dramas que suscitan emociones espontaneas que nos pueden entregar la felicidad o la infelicidad. Como espectadores, ese triunfo o esa desgracia suscitan en nosotros ora admiración (felicidad), ora compasión (infelicidad).
Es como espectadores-lectores que la literatura juega su rol más importante. Toda experiencia no es exclusiva del lector, pero si es más enriquecedora. Un analfabeta puede ser, de hecho, espectador de muchas experiencias en un bar, en su trabajo, en su casa o en las calles. Un aficionado a la televisión puede también atestiguar muchas tramas en las películas maniqueas que día a día se transmiten. Pero es sólo la literatura la que nos entrega una visión holística, omnicomprensiva y dialéctica de la existencia.
La literatura sirve para hacernos sabios ante la vida misma. Quienes han leído ya saben lo que están viviendo, o lo que han de vivir. Los buenos lectores están, de hecho, mejor preparados para la vida que quienes no han leído.

Leer cambia las energías negativas que nos rodean en positivas. En su Autobiografía, Benjamín Franklin escribe sobre cierto personaje influyente que le demostraba una manifiesta antipatía. Franklin le envió un libro con una tarjeta de recomendación. Al cabo de una semana, aquel personaje le devolvió el libro con gratitud. Así fueron amigos.
En nuestra cultura es ya un hábito disculparse o conquistar con rosas; en Barcelona, los catalanes celebran el día del idioma español regalando rosas a sus mujeres, quienes, a su vez, obsequian libros a sus hombres.
Hsantand@yahoo.co.uk
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