Diario del Año de la Peste Mundial - Abril 2. La sabiduría de las mascotas

La Sabiduría de las Perritas

En su opúsculo Cuando el Hombre encontró Al Perro, Konrad Lorenz se pregunta sobre las razones que reducen la vida de un perro a un máximo de veinte años, dejando un vacío irreparable en sus amos. Konrad divaga que ese dolor es resultado del agradecimiento ilimitado de las mascotas, quienes nos enseñan que no hay dolor tan grande que pueda privarnos de las infinitas alegrías de su compañía. La misma respuesta puede aplicarse a cualquier ser querido. Lastimosamente vivimos en una sociedad que presupone que todo dolor debe evitarse, y por ello no es de extrañar que periodistas prediquen que las mujeres pobres deben abortar sus hijos, y que las perritas no deberían tener críos, pues lo que está de moda es adoptar a los perros que los demás abandonan. 


Un  niño, inspirado por la inocencia celestial, respondió en cierto muro de Facebook que la corta vida de los perros se debía a la fuerza de su amor, pues habiéndolo entregado todo sin cálculo o rencor, los perritos se ganaban rápidamente el paraíso. Varias lecturas me inclinan por su respuesta. Swedenborg prescribe que los animales, a diferencia del hombre, prescinden de educación, pues jamás perdieron su gracia en el jardín del Edén; ellos no quisieron conocer la diferencia entre el bien y el mal, y, por lo tanto, preservan el conocimiento que el Creador les otorgó desde su nacimiento: la prueba, continúa Swedenborg, es que una cría de un venado se levanta rápidamente, pues ya sabe que hay fieras acechando desde su nacimiento. 

Kant
Los animales domésticos o salvajes son inmortales, como Borges señala, pues, a diferencia de nosotros, no conocen la muerte. Kant, que leyó exhaustivamente a Swedenborg, también prescribió que los animales eran más felices que el hombre, pues carecían de una razón que los limitara. El hombre, por el contrario, nace inerme ante los elementos y los seres, por lo que requiere del cuidado de sus padres y familiares desde que nace hasta que alcanza a valerse por sí mismo, alrededor de los cinco años. Ya a lo largo de su vida, el hombre se educa hasta la muerte, si bien no es extraño toparse con optimistas que dicen que después de los cincuenta años ya no se aprende nada.  Un contra-argumento a tan idílicas visiones del reino animal se lee en Libro Tibetano de los Muertos; en una traducción inglesa leí que los animales, a diferencia de los hombres, viven en el constante miedo de ser capturados y devorados por las fieras. Pero sospecho que el pasaje es una fábula que prepara al discípulo para la doctrina del desapego de Buda. Conozco, en efecto, a muchos semejantes que temen constantemente perder a su esposa, a sus hijos, sus bienes o su empleo, para no mencionar su vida.  

Buda durmiendo, Bangkok

Lo que se aprende de los animales, por lo tanto, es la sabiduría del cielo. En las últimas páginas de Portrait of an Artist as a Young Man, James Joyce va a la playa al final de su bachillerato, en noviembre, y pide al cielo una señal que le indique si debe quedarse en Dublín o emigrar a Europa. De repente ve a un grupo de aves que vuela hacia el sur. Entonces recuerda que, según Swedenborg, Dios ha entregado a las aves también el conocimiento del tiempo, para que puedan emigrar antes que el invierno arrecie. Inspirado por aquella revelación divina, James termina su libro anunciando su viaje a París, en donde -augura con una fe que aún estremece a sus nuevos lectores-, se convertirá en el gran poeta de Irlanda. Hay otros escritores que describen en sus libros la sabiduría animal, desde el hermoso pasaje de Homero en que Ulises es despreciado por sus sirvientes y reconocido por su perro, hasta las aventuras de los perros de Jack London. Las fábulas de Esopo y La Fontaine aún nos fascinan por su aguda descripción de la sabiduría animal. Pero cada mascota, como cada ser humano, tiene su carácter, y su sabiduría es única. Del mismo modo en que un sabio sólo nos deja parte de sus enseñanzas, así cada mascota deja en cada amo su propia imprenta emotiva e intelectual. 

Esopo
Dios entregó el perro y el gato al ser humano, para que éste comprendiera también su relación con Él. Cuando la mujer pagana ruega a Jesús que sane a su hija endemoniada, el Mesías le responde, no sin un dejo de regionalismo egoísta, que el pan es para los hijos -el pueblo de Israel-, no para los perros de la mesa. Hay que recordar que en aquella sociedad piramidal, los romanos estaban en el cenit, los israelitas en el medio y los sirios en la base, del mismo modo que hoy jerarquizamos en la cima a los americanos, a los colombianos en el medio y a los venezolanos en la base. ¿Se enfureció la mujer contra el Señor? No, por el contrario, habiendo aprendido de sus mascotas la humildad, replicó: “Es verdad, Señor, pero los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que dejan caer los hijos”. Y Jesús se conmovió, pues reconoció en la humildad de los perros la sabiduría celestial. "Entonces Él le dijo: ´A causa de lo que has dicho, puedes irte: el demonio ha salido de tu hija´. Ella regresó a su casa y encontró a la niña acostada en la cama y liberada del demonio". Si los perritos pudieron conmover al mismo Dios, ¿quién puede resistirse ante su humildad, su cariño y su alegría?

La mujer Siria
Una amiga escribe que a los perritos no los escoge uno, sino que son ellos los que lo eligen a uno desde el paraíso. Cuando el corazón vive en la gracia de Dios la comunión entre el amo y la mascota es la misma felicidad. Lastimosamente la maldad de los hombres es grande, y sabemos de pueblos enteros, como China, que permiten que los perritos sean capturados, traficados y hervidos o rostizados vivos para deleite de una élite adinerada y cruel (cabe mencionar que hoy China anunció al mundo la prohibición de tan bárbara costumbre, si acaso afín al canibalismo). También en occidente el egoísmo lleva a miles de amos a abandonar a sus mascotas cuando su codicia los lleva por derroteros ajenos a la felicidad de su hogar.

Cleopatra
En marzo 23 del 2019 Cleo llegó a nuestro hogar procedente de Sincelejo. Tenía apenas un mes y medio de existencia, y desde que la recogimos en su guacal conquistó nuestro corazón. Era una fierita a ratos, y en dos ocasiones me mordió hasta sangrar. Pero una de las grandes enseñanzas de los animalitos es que lo único que los irrita es que invadan su espacio. Muchas veces lo hacemos por su bienestar, pero, como dice Goethe, "hay más tragedia en la vida a causa de los malentendidos que de la maldad de los hombres". De Cleo he aprendido que todo mal causado por un animal, desde un tiburón hasta un Dragón de Komodo, es originado por un malentendido. ¿Qué hemos aprendido Leyla y yo de Cleo? Su alegría constante (cuando no está alegre es porque está enferma y nos preocupamos),  su inocencia, su felicidad por los detalles más pequeños, como un juego, una comida hecha en casa, una salida a la calle o una buena siesta. 

Esta peste, lo confieso, no ha sido un gran cambio en mi vida diaria, gracias a Cleo. Estoy dedicado a leer y escribir desde diciembre del año pasado, por lo que salgo poco. Si no fuera por Cleo no hubiera salido dos veces al día durante los meses de enero y febrero. Entonces decía que ella era la que me sacaba. Ahora, por ley, puedo sacarla hasta tres veces al día, pero, por precaución, salimos una sola vez. Juntos hemos confrontado varios peligros, como el de lidiar con pedigüeños que dicen que no tienen de comer debido a la pandemia. Cleo, y esto es un misterio que sólo un amo consagrado comprende, parece saberlo todo, y lejos de insistir en que visitemos los cuatro parques que rodean nuestra cuadra, como antaño, se contenta con un rápido paseo, lejos de los demás perros. Mi hermana Lina tiene razón cuando asevera que las mascotas son ángeles discretos; uno de sus perros les avisó que una llave del gas estaba abierta. 



Es por ello que con Leyla hoy le cantamos a Cleopatrina -como Leyla la llama-, la canción que le canté desde que la conocí: La Ladrona, y no sólo por habernos robado el corazón. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

EPISTULA APERTA PETRI ROMANI AD EPISCOPOS ROMANOS

El Mulo de Fundación de Asimov y el bloqueo de Gustavo Petro a la Economía y el Progreso de Colombia

El Papa Negro, Francisco I - Las Condenas de Petrus Romanus