Diario del año de la Peste Mundial COVID19, Coronavirus
Abril 1
Quienes hemos leído la obra de Emmanuel Swedenborg adquirimos una visión tranquila del universo. Sus visiones de un mas allá que se adapta al carácter de cada er humano influyeron las obras de Dostoyevski, Blake, Dickens, Bernard Shaw, Kant, Joyce y Borges, para solo mencionar algunos escritores célebres. En Asia lo llaman el Buda Europeo.
¿Cómo explicar la calamidad que padecemos según sus escritos? Lo que vivimos es un verdadero mal, y el mal supremo ocurre, según sus visiones, cuando la maldad consume a aquellos que la ejercen.
Swedenborg retoma la imagen bíblica de quienes rechinan de dientes y se arrojan de cabeza al abismo, para retratar a quienes sufren la última etapa de su maldad. La historia abunda en destinos aciagos consumidos por la sed de poder y de crueldad: El Faraón Egipcio, Nabucodonosor, Calígula, Nerón, Hitler, Stalin, los Castro, etc. La mayoría de los villanos de Dickens se suicidan, según Swedenborg prescribe, pues quien asesina termina asesinándose a sí mismo, o provocando su asesinato por parte de quienes lo rodean.
Lo que presenciamos hoy es, en efecto, un mundo que se autodestruye. Ya los científicos nos advertían que la producción industrial desaforada nos llevaba a una catástrofe mundial. La mera imagen de una tortuga deforme por el plástico de unas canecas de cerveza señalaba el desenfrenado egoísmo de nuestra generación. La corrupción se había normalizado en la mayoría de países, y la estructura de la familia era objeto de burla de grupos terroristas y narcotraficantes de izquierda que se llamaban a sí mismos progresistas, feministas apoderadas de millones de dólares y la maquinaría LGTBI, que mediante la confesión de su vida privada en los espacios públicos habían adquirido la participación política que se le negaba a los prudentes.
La acumulación de capital en bancos de agiotistas, las especulaciones perversas de Wall Street y las condiciones draconianas de las instituciones internacionales de crédito, invariablemente incapaces de condonar las deudas internacionales de los países más empobrecidos, para no mencionar la explotación de los recursos minerales de regiones que jamás se veían beneficiadas, permitían que un trabajador que gana trescientos dólares en India o Colombia recibiera veinte veces más dicho salario, por el mismo trabajo, en Inglaterra, USA o Alemania.
La legalización del aborto en varias naciones, bajo figuras engañosas como la salud, las confabulaciones diarias de los perversos, el robo descarado y la astucia en detrimento de los demás, crearon una atmósfera tóxica para las almas más nobles y sencillas. Para dar un ejemplo, mis padres, que ya casi alcanzan los ochenta años, y que viven de unos arriendos que no este mes no recibieron por la crisis que se vive, solicitaron un mercado a domicilio a la Plaza Guarín, siguiendo las recomendaciones de la Alcaldía de quedarse en casa. ¿Qué les enviaron? Frutas podridas y verduras pasadas. Sus quejas fueron desatendidas por una fuerza pública que, comprensiblemente, tiene mayores preocupaciones estos días. ¿Por qué recurrir a la estafa en tiempos desesperados, cuando podrían incrementar su clientela? Swedenborg explica que la maldad ya no les permite obrar bien, y que, por el contrario aumentará hasta el día en que ellos mismos digieran, por error, uno de esos frutos pasados, o cuando se topen con un cliente aún más perverso que los confronte y les haga daño, o cuando simplemente enfermen como Herodes o Chaves.
Obrar mal atrae males, del mismo modo en que obrar bien atrae bienestar y felicidad. En ese simple axioma reside el misterio de todo lo invisible.
Swedenborg, vale mencionarlo, no repara en la riqueza o la pobreza; para él ambas son tentaciones que debe cada uno confrontar. El pobre pude desarrollar resentimiento y odio convenciéndose que merece ser millonario, y el rico puede consumirse en excesos como alcohol, drogas, avaricia, autos y mujeres hasta menospreciar a los demás. Alguien me dijo: "Pero usted también puede enfermarse y morir". "Creer que la salvación es vivir hasta viejos sin enfermedades ni calamidades que nos lleven a mejor vida es no creer ni en Dios ni en la eternidad·, le dije. "Quienes creemos no nos alteramos con la muerte. Es una gran fortaleza estar tranquilos en medio de la tormenta."
Swedenborg anuncia que el fin del mundo ocurrirá el día en que ya nadie crea en el amor de Dios como autor del universo, de nuestros días, de nuestras enfermedades y venturas. Las ciudades también padecerían sismos, temblores y plagas por su falta de fe. La idea original está en el Genésis, en la destrucción de Sodoma y Gomorra.
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