Diario del año de la Peste Mundial COVID19 - Mayo 15, 2020 - Percepciones someras de la economía del COVID19


Cada mañana, todos los días, incluyendo domingos y festivos, hacia las 7 am, un mendigo grita a lo largo de la los barrios más encumbrados de Bucaramanga: "¡Ayúdenme! ¡Mil pesos!". La caridad o impaciencia de varios habitantes de los edificios que pululan la meseta bumanguesa aseguran su regreso al día siguiente. Todos sabemos que la droga lo consume, pero lo más importante es que se aleje y podamos prolongar el sueño unos minutos más. Hacia las 8 am pasan los vendedores de aguacates, y desde las 9am los grupos de venezolanos pidiendo mercado. Como me dijo un portero: "al loquito (sic) sólo le interesa la plata. Los venezolanos recogen mercado, así sea con gorgojo". 

Los rumores en la ciudad aumentan cada día. Se dice que grupos de gente irresponsables se han estado reuniendo para departir tragos en las noches, esparciendo el virus por la ciudad. Las cifras oficiales siguen siendo bajas, pero se rumora que es porque las familias acaudaladas prefieren atender a sus enfermos en secreto. 

¿Es el COVID19 un virus que dividirá a la humanidad, como lo hizo la lepra en la antigüedad? ¿Tendremos ciudades segregadas en donde sólo habiten aquellos que padecieron la enfermedad? La respuesta de la OMS es ambigua; por una parte dice que tendremos que vivir con el virus, y por otra que no se sabe si éste ataca el organismo de quienes lo superan hasta eliminarlos. 

La sola perspectiva de que padres e hijos, esposos y esposas, sean separados por este virus antes de dos años, como lo hicieron antaño ciertas enfermedades como la lepra, la sarna, la peste negra o la tuberculosis, causa un terror que tendemos a negar.

La mayor casualidad es el espectáculo público, llámese deporte o teatro. Una estudiante que quiero mucho me dijo alguna vez que yo era un escritor de otra era, y se refería al pasado. Estoy de acuerdo, pero creo que su apunte sería más atinado hacia el futuro. Tuve el infortunio de vivir en una generación que encumbró las competiciones deportivas sobre las manifestaciones artísticas. Hace unos meses, verbigracia, representé a Lope de Vega y a López de Guevara en Bucaramanga, para el grupo de teatro Komos, dirigido por Libardo Vargas y producido por Deyanira, su esposa. La asfixia cultura fue tal que dicho grupo contrató en su mayoría a Venezolanos. Me ofrecieron el papel principal, el cual acepté por mi amistad con la productora, con quien canté en el grupo coral del Colegio San Pedro y el Colegio La Presentación en 1985. Contaban con el apoyo de las becas Bicentenario, administradas por la UNAB. Se suponía que debían hacerse dos funciones, pero el delegado de la UNAB, el Señor Carlos Acosta, certificó -sin razón-, que ambas funciones ya había sido realizadas tras la primera función, lo que permitió que Komos reclamara los dividendos de la beca sin -según ellos-, recibirlos, excusa para no cancelar un peso a sus actores. Como consecuencia los directivos de aquel grupo de teatro hicieron ghosting a sus actores, incluyéndome, para no pagar sus deudas contraídas. A la fecha Libardo y Deyanira aún me adeudan un millón de pesos, sin que sea posible que me contesten a mis llamadas o wsups. 

Pero el mayor castigo del gremio no ha sido la tardanza burocrática, sino el COVID19. Tanto directores, como actores, como directores de programas universitarios han tenido que reinventarse. Se espera que las universidades tengan un vuelco de 180 grados. Aquellas que ya estaban adecuadas para la educación virtual a bajos costos sobrevivirán. Aquellas que dependían de la imponencia arquitectónica de sus campus, como La Javeriana, La Sergio Arboleda, Los Andes o La UNAB, perderán a sus estudiantes. 

Sólo Dios puede evitar dicho panorama, y semejante división entre sanos y contaminados. Pero vivimos en una generación adoctrinada por periodistas y científicos que ya no creen en Dios. 

Dios se apiade de nosotros.  

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