De la Reflexión Erudita y la Reflexión Improvisada


También asistí en Constantinopla a la conferencia entre la Reflexión Erudita y la Reflexión Improvisada, cada una ataviada de sus sedas y encajes.

-Le erudición no es necesaria ya -dijo la Reflexión Improvisada ante la multitud abigarrada-, es mejor, yo diría, incluso no leer, para desde la nada engendrar ideas frescas y originales.

-Estoy de acuerdo en engendrar ideas frescas y originales -asintió la Reflexión Erudita-, esto es, que no hayan sido enunciadas nunca antes. Pero si renuncias a la erudición, esto es, a la capacidad de estudiar y comprender los pensamientos de quienes han también reflexionado sobre tal o cual tema, ¿cómo evitarás caer, como el personaje de Cien Años de Soledad, en la ingenuidad o tontería de creerse el descubridor de algo ya tan repetido como lo es la certeza de que la tierra es redonda?

La multitud rió de la Reflexión Improvisada, quien ya no encontró argumento para contrarrefutar a su paciente oponente. 

Desde entonces la Reflexión Erudita gana adeptos solamente entre aquellos que detestan la lectura. 

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