En la Bucaramanga literariamente provincial

 

        Hace unos días un escritor empedernidamente extremista, cómplice de esa ideología que aún avala el asesinato “con buenas intenciones” en Colombia, me dijo en un grupo de What’s Up, que yo representaba el pasado de la literatura bumanguesa. El elogio es inexacto; el grueso de mi obra, representado en los 40 libros que publiqué con mi esposa Leyla en Amazon durante la Pandemia, ha tenido una mejor proyección fuera de Colombia. 

        Mis libros, de hecho, fueron presentados en 12 conferencias en FILBO 2022, y constituyen, como me lo dijo otro escritor, una de las mas significativas contribuciones al futuro de la literatura santandereana.

El comentario del escritor extremista manifiesta, por otra parte, su asfixia en el panorama de nuestra literatura provincial. ¿Qué mejor ilusión para un escritor con escasa producción literaria, que pensar que sus contempóraneos pertenecen al pasado?

El mayor error de tal presupuesto no es, sin embargo, la fama o la publicidad; el escritor extremista me recordó mis entrevistas con periodistas de Caracol, un medio noticioso bastante popular en Colombia.

Las cadenas del escritor bumangués son precisamente su provincialismo; creer que sus escritos son para un público local que algún día aplaudirá sus ocurrencias mediante un puesto permanente en la alcaldía. No es de extrañar, por ello, ver a tales escritores extremistas adular a los administradores de turno en busca de prebendas,

Ya Goethe escribía que la adulación burocrática era ineludible para un escritor, justificando así su importancia en la corte de Weimar. Pero fue la fama internacional de Goethe la que lo colocó a la cabeza de la agenda cultural y política.

Mi mentalidad, afortunadamente, no es provincial, sino cosmopolita. No escribo cuentos o novelas que adulen la región o tal o cual ideología o partido de gobierno, sino que la expongan al mundo en su mayor crudeza. Todos reconocemos que ser famoso en Bucaramanga es, como lamentaba Groussac, ser famoso en ningún sitio.

Un escritor escribe sin la certeza de ser leído por las multitudes; se dice, por lo tanto, que su labor requiere de fe en sus propios méritos. He escrito desde los 13 años, y debo confesar que a los 46 años tuve una crisis artística ante la posibilidad que mis acumulados escritos no fueran jamás publicados. Alcancé justo entonces la epifanía, una disolución del ser individual con el Ser universal, o, en lenguaje religioso, una experiencia mística con mi divinidad.

Los dioses me enseñaron en India, en 2011, el destino de mis escritos y filmes, así como su importancia a nivel internacional. Desde entonces disfruto cada día de mi vida en la certeza de ser un escritor no para una ciudad o una generación, sino para el Ser mismo.



“Nuevas Tardes en Manhattan”,es una novela de inmigrantes que escapan de una Bucaramanga provincial y politizada; “Andes Gótica” una novela de vampiros que expone las relaciones entre política, brujería y psiquiatría en una Bucaramanga como la que hoy vivimos: en uno de sus últimos capítulos los personajes se pierden en un cementerio central que forma un laberinto. Vivir en Bucaramanga hoy por hoy es eso en realidad, un laberinto de intrigas, alianzas y compincherías, en donde ser franco y honesto ya no es considerado un mérito.

Mis aspiraciones, pues todos las tenemos, están, creo, mejor cifradas en el mercado internacional en línea, esto es, en las ventas de los libros vía Amazon, que en el pingüe premio del concurso anual de cuento o novela, el cual ya gané con libro “Cielo y Tierra”.

“Cielo y Tierra”, disponible gratuitamente en la página de la Casa del Libro Total, es una cruda descripción de la Bucaramanga de prepagos y discotecas de los 2010s.



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