De artistas y poetas

El ensayo central del libro "De Artistas y Poetas" retrata a los artistas y poetas como seres visionarios que poseen una sensibilidad única hacia el mundo que les rodea. Tienen la capacidad de trascender fronteras, conectarse con lo divino y tocar los rincones más profundos del alma humana. A través de sus creaciones, capturan la esencia de la vida, reflejan la belleza y el dolor de la existencia y dejan un profundo impacto en las generaciones venideras.

El texto celebra el poder profundo y transformador del arte y la poesía, destacando la importancia de estos esfuerzos creativos para dar forma a las culturas, desafiar las normas y conectar a la humanidad. Reconoce las luchas, los sacrificios y la perseverancia de los artistas y poetas a lo largo de la historia, reconociéndolos como catalizadores del cambio y fuentes de inspiración para las generaciones venideras.


¿Tu valentía se atrevería

a todo conmigo?


Leyla Margarita Tobías Buelvas


El poeta, a diferencia de los académicos, no escribe dogmas; su canto es de hecho un conglomerado de voces que ha escuchado, comprendido, amado y masticado a lo largo de sus días: versos azules y rojos, despreciados y adulados, criminales y de abolengo, solitarios y confabulados, libres o comprometidos.  Karl Jung y Joseph Campbell indicaron que los artistas crean arquetipos universales en sus obras. Amén de la verosimilitud, que no requiere de fidelidad cronológica, el artista más genuino posee, en palabras de Michael Chejov, un ego elevado que le permite hacer suyo cualquier rol, apropiarse de una vida extranjera, incluso aquellas que la sociedad condena. La única profesión que acoge el sufrimiento con júbilo es la actuación; no deja de sorprenderme las  penalidades que tuvo que sufrir Heath Ledger para encarnar un personaje desenfrenado, recobrado del infierno o de los pensamientos más siniestros, arquetipo de la maldad congénita. El Guasón debía ser inhumano porque la humanidad de hoy es tan inhumana que aplaude la construcción de muros entre las naciones.  Ibsen y Herman Hesse comprendieron que en una cultura supeditada a las imposiciones de una mayoría, la construcción de la personalidad era una necedad:


Uns ist kein Sein vergönnt. Wir sind nur Strom, 

Wir fließen willig allen Formen ein 


Los poetas conmueven a los dioses con oraciones que componen y que -para el deleite de los epigramistas-, sacerdotes y fariseos plagian e instauran como dogmas; sus lecturas y sus memorias prodigiosas les permiten anticipar las intenciones de sus enemigos; poseen, como Tiresias, el don de la adivinación, que Isaac Asimov llamó psicohistoria o el pronóstico del porvenir a partir de su estudio enciclopédico del pasado. Aspiran, como Esquilo, Lope de Vega, Brecht y Shakespeare a reescribir su vida y la del mundo, pues crean en cada personaje un ser cercano a sus afectos; su labor requiere de luz y transparencia, esto es, de altruismo, idealismo que los mancomuna con Dios, a quien aman o imprecan según sus creencias más íntimas, y quien con frecuencia los unge como profetas, e.g., San Pablo, Kierkegaard, el profeta Isaías -quien Hugo celebrase con pasión- y el inmortalizante Homero:


μῆνιν ἄειδε θεὰ Πηληϊάδεω Ἀχιλῆος 


En civilizaciones primitivas y modernas fungen como administradores, embajadores, sacerdotes, pitonisas y santos. Como Hildegarda de Bingen y James Joyce, tienen certeza de su divinidad, y ven en cada ser viviente a un hermano. Conversan con lobos como San Francisco de Asís y dan voz a demonios, como el autor de El Libro de Job. Se lamentan de su existencia e.g., Calderón: Pues el delito mayor del hombre es haber nacido,  e imprecan a Dios para reafirmarlo, e.g., Beckett: ¡Ese bastardo! [Dios] ¡No existe!, la misma voz que por boca de Estragón se compara con Jesucristo: ¡Siempre lo he hecho! Lo que para los artistas es diversidad, es inconsistencia para una humanidad educada en definiciones de avisos publicitarios, que a duras penas preserva la obra de genios como Menandro, Bach, Poe y Kafka. En su afán de promulgar las enseñanzas de Sócrates, su maestro, Platón instauró la academia con el fin de concientizar a nuevas generaciones de las implicaciones éticas de las ideas.

Los poetas son necesariamente apasionados; obras maestras de la literatura como Marco Polo, Don Quijote de la Mancha y Antes que Anochezca fueron concebidos en prisiones. Ya Jesucristo, quien cantó a la posteridad en parábolas, fue calumniado por su movilidad social, pues al salir del templo se reunía con mercaderes. No es sorprendente, por lo tanto, que la mayoría de los poetas se tornen misántropos y se aferren a su soledad, como Raúl Gómez Jattin: 


Los poetas, amor mío, son 

Unos hombres horribles, unos 

Monstruos de soledad, evítalos 

Confesión que George Bernard Shaw presenta con ironía en Hombre y Superhombre: "The true artist will let his wife starve, his children go barefoot, his mother drudge for his living at seventy, sooner than work at anything but his art. ".

Soledad en Dios, prescribe San Juan de la Cruz: imaginación poética e intercesión, pues a través de la palabra los poetas inmortalizan su entorno; saben que pueden condenar y defender según preferencias retóricas o dialécticas. Sus meditaciones son en realidad conversaciones con Dios, sea éste el Ser, una creencia o una figura imaginaria, de los cuales sólo queda el residuo de sus versos; fue Nietzsche, quien, como Baudelaire, compuso odas a su divinidad antes de morir. 

El artista, el filósofo y el espectador sensible son todos poetas, aquellos que hacen de la belleza su compañera, a quien buscan y encuentran en cada pena o alegría, a cada esquina, en la admiración aristotélica que es el conocimiento, pues la vida misma es poesía: el alba, el canto del gallo, un retrato, una sinfonía o una actuación memorable. Pero plasmar la esencia en obras de arte tiene un costo. Los artistas hacen de su alma una casa de ventanas a la que colibríes, pumas e insectos llegan, y en donde los conflictos de convivencia son frecuentes.

Platón percibió que el cascarón de las creencias generales es el de las sombras o falsas imágenes de una caverna, enseñanza desafiante que dejó al desnudo la necedad de las almas condenadas, aquellas que en palabras de Bernard Shaw prefieren los tumultos y arrebatos de una confabulación a la placidez de una ópera de Wagner. Su audacia, ejemplificada en Eurípides, quien fue además de poeta, dramaturgo, actor, cantante, bailarín, escenógrafo y consejero gubernamental, le  granjea  condecoraciones, pero también persecuciones, calumnias y destierros. Con los años, empero, su sensibilidad vence a sus más férreos enemigos: Plutarco recrea la historia de unos soldados que iban a ser ejecutados por los espartanos, y quienes antes de su inminente muerte se salvaron en virtud de unos versos que declamaron de Eurípides. L’Amour fou que los franceses sintieron por François Villon fue motivado por sus poema a Nuestra Señora de París: 



Dame du ciel, régente terrienne,

Emperière des infernaux palus…. 

 

Sin reparar en la indiferencia de sus coetáneos, quienes insistían en la superioridad de Ben Johnson, Shakespeare, acuciado por necesidades económicas, abandona las tablas tras décadas de consagración y se dedica a comerciar insumos; en vísperas de su mudanza de Londres concibe The Tempest una obra de teatro sobre el destino del poeta, que brilla gracias al perdón, y donde se revela como maestro espiritual, de su comunidad, intercesor de los destinos, narrador de aventuras y demiurgo de sentimientos que consuelan:


Unless I be relieved by prayer, 

Which pierces so that it assaults 

Mercy itself and frees all faults 


Las civilizaciones comprenden, como Whitman celebra, que el destino último de su lenguaje, su historia y sus vivencias es ser un personaje a bordo de sí mismo:

 

I celebrate myself, and sing myself,

And what I assume you shall assume,

For every atom belonging to me as good belongs to you 


Grecia permanecerá en la Unión Europea por las sentencias de Sófocles, quien encarnó en Antígona las arbitrariedades de un Estado, y el Imperio Español seguirá siendo imperio por los versos de Quevedo: 


Polvo serán, mas polvo enamorado


Garcilaso: 


Sólo y lejano en tierra ajena 


O Calderón: 


¿La vida? Una ficción donde el mayor bien es pequeño


Poetas que junto a Cervantes, Lope de Vega, Sor Juan Inés de la Cruz y Tirso de Molina hicieron de palabras sus espadas, consolidando una península y un continente hoy dividido por facciones.

Los socráticos desconfiaban de los vates, pues veían que sin imponer un discurso eran incondicionalmente amados. Homero, Shakespeare, Goethe, Ibsen y Chéjov crearon personajes filosóficos que, a la postre, devendrían el Alter-ego de los líderes que aún modelan sus progresistas gobiernos. 

La aprehensión de los sofistas o minor poets, no carecía de argumentos, pues las naciones hoy sólo imponen laureles sobre sus poetas. Luis XIV los prefería a los políticos,  acaparando la genialidad de un Racine por el bienestar de la Flor de Lis, y los ingleses, quienes ensalzaron al delirio a Óscar Wilde, se ofendieron cuando su Dandy les señaló en carne propia su doble moral, atrevimiento que deslumbró a un imperio y le valió una sentencia a trabajos forzados. Años después Óscar confesaría con entrañable sarcasmo que ya que había vivido el éxito debía experimentar su caída, destino que había anunciado en El Príncipe Feliz con una ternura reservada a los niños: 

“You have rightly chosen," said God, "for in my garden of Paradise this little bird shall sing for evermore, and in my city of gold the Happy Prince shall praise me… 

En tanto nuestras sociedades, en el camino a su autodestrucción por el consumismo, pregonan la urgencia de enriquecerse en avisos que abruman los caminos, los poetas cantan a su felicidad de un mundo infeliz.

Escribir es un ausentarse de la vida, de la conversación, de la fiesta, del gobierno, en aras de alentar la fiesta, la conversación, la vida, el gobierno. Aristóteles prescribió que sólo un filósofo podía gobernar con equidad; Alejandro Magno asumió su filosofía e hizo de su hipótesis el más grande imperio.

El poeta habla del Ser y la eternidad con mayor convicción que el físico a quien agencias de mercadeo presentan como sacerdote metafísico. Son los artistas, como Adorno prescribe, quienes revelan las melodías y cacofonías de su era; las baladas y sonetos de la pureza y las anatemas y aforismos del vicio, voces que cohabitan su imaginación como niños que precisan de una maestra que los guíe. Su biografía es una serie de aparentes contradicciones, pues sus versos expresan sentimientos que varían como la vida misma.   Es por ello que su inventiva no tiene necesidad de coherencia, detalle que inquietó a Fritz Lang y a Jean-Luc Godard a propósito de Hölderlin. Su locura es aceptada por la mera audacia de ser poeta, por las emociones que sus versos suscitan, como reza la tumba de un bardo griego:


Deja, Oh, Madre del Cielo 

Que mis versos sean como flechas

Que traspasen el corazón de quienes me escuchen

La poesía, cuya escencia es la vida mismas, tal y Como Nietzsche predicó, cobija así mismo, todo aquel director de cine o documentalista que da voz a los comportamientos que, pacíficamente, alteran la sociedad, sea a través de protestas, marchas y discursos, actos que son más performáticos que políticos, y que hoy por hoy se atribuyen exclusivamente a los activistas sociales. Pero también hallamos poesía en la ciencia y en la filantropía, en las acciones mismas de cada día.


Las imágenes del cine fueron en su origen versos, tal y como lo demuestra Eisenstein en sus estudios sobre cine: diálogos y pensamientos que sin pretender imponerse modelan la visión del mundo. ¿Quién duda que películas como El Ladrón de Bicicletas, Pequeño Gran Hombre, El Último Tango de París y Filadelfia han contribuido a las libertades civiles de las sociedades más progresistas a comienzos del siglo 21?  


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