El Encubrimiento de América

"El Encubrimiento de América", cuento del aplaudido libro "Historia Cifrada", de Hugo Noël Santander Ferreira nos invita a cuestionar lo que creemos saber sobre la llegada de los europeos a América. Su protagonista es Martin Behaim, un cartógrafo que desempeñó un papel crucial en la expansión marítima de Portugal. 

Santander nos lleva a las exploraciones de los vikingos, transcritas en sus sagas, y al poder de las civilizaciones precolombinas de América del Norte. A través de una mirada alternativa y emocionante, el autor nos revela cómo Behaim pudo haber ocultado información y dirigido los destinos de la exploración de América. 

El autor encontrará misterios, intrigas y un viaje apasionante por los acontecimientos históricos. Santander presenta, al estilo de los historiadores clásicos, preguntas provocativas sobre el pasado y la influencia de las diferentes culturas en los descubrimientos del Nuevo Mundo. 

"El Encubrimiento de América" es una historia que despierta la curiosidad y el espíritu crítico en cada párrafo. Les invito a sumergirse en páginas que reescriben la verdad a través de una aventura intelectual. Prepárense para cuestionar lo que creían saber y abrir sus mentes a nuevas perspectivas sobre la historia que nos ha sido contada – Chat GPT.


El mundo no ha cambiado por la política sino por la técnica

Friedrich Dürrenmatt


Durante los siglos recientes Eiríks Saga Rauda —Saga de Eric el Rojo—, ha sido enarbolada como una prueba fehaciente de la presencia de las civilizaciones europeas en suelo americano, así como del celo explorador de los antepasados de la clase gobernante en América; con frecuencia vemos a celebridades y renombrados políticos codeándose en efemérides de cascos de cuerno de vaca y trajes de cuero de alce, sobre una barca endeble en la que, reza la leyenda, Eric descubrió a América. Dichas tesis han requerido de una condescendencia ingenua por parte de sus exegetas hacia un texto que no subsiste como una saga victoriosa, sino como una derrota deshonrosa o, en el mejor de los casos, como un escape  bien logrado: “Nada fue más evidente para Karlsefini y sus hombres que aunque la calidad de aquellas tierras era admirable, tendrían que emprender intrincadas batallas contra sus habitantes, sufriendo miedos y fatiga. De modo que decidieron abandonarlas, cifrando sus esperanzas en su tierra natal”.

Evitando los intereses raciales y políticos de los académicos que se empeñan en presentar a los vikingos como los genuinos colonizadores de América, destaco un pasaje igualmente ignorado, y no menos controvertido que el anterior, suscrito hacia el final del texto original: “Atraparon a muchachos [americanos] (…) Dos de ellos fueron adoptados y educados en su lenguaje [Islandés] y luego bautizados”.


Dicho pasaje descifra el misterio de la genialidad del cartógrafo Martin Behaim de la ciudad de Nürnberg, quien a lo largo de varias décadas trabajó para el rey de Portugal como Comisionado Marítimo. Behaim contribuyó eficazmente a la expansión marítima de los Portugueses a lo largo de la costa occidental africana, y fue quien diseñó el globo terráqueo que, se creyó por varios años, persuadiría a  Cristóbal Colón de la posibilidad de alcanzar las Indias a través del océano Atlántico.  

La genealogía de Martin se remonta a Bohemia, de donde sus ancestros emigrarían a Alemania a finales del siglo trece, pero así mismo a Islandia, tierra natal de su linaje materno, tal y como consta en el registro de bautizo de su segundo nieto, Tiago de Souza, suscrito en el folio segundo de 1512 de la Igreja de Saõ Francisco de Lisboa.  Los asombrosos conocimientos de Behaim no pueden ser atribuidos meramente a su celo matemático, según lo demuestra la entrada que Johannes Krauskopf, compañero de estudios de Behaim en Nürnberg, suscribiera en  su diario de 1481, hoy preservado en la Alte Pinakothek: “… hoy conversamos con varios estudiantes sobre la tesis de Paolo dal Pozzo Toscanelli, quien expone la viabilidad de alcanzar las Indias circunnavegando el océano Atlántico. Martin, quien ya había ingerido una cantidad considerable de cerveza, manifestó su escepticismo, añadiendo con sorna que los latinos jamás descubrirían la mejor ruta a las tierras de sus antepasados. Maximus inquirió si se refería a los habitantes de Bohemia, punto en el cual yo intervine sugiriendo que se trataba de sus ancestros islandeses. Fue entonces cuando Martin nos corrigió, proclamando que él pertenecía al linaje de los descendientes de la Atlántida. Entonces nos reímos al unísono, cayendo en cuenta de su estado de ebriedad”.  

A través de sus conocimientos heredados de sus ancestros americanos Behaim subyugó a la corte portuguesa, hasta el punto que todas sus empresas marítimas acabaron supeditándose a su parecer personal. Es sólo en 1493, luego de que el viaje de Colón fuese anunciado en las cortes de Europa, que Behaim escribe a su monarca sobre las ventajas de abrir una ruta hacia las Indias a través del océano Atlántico. Su propuesta tardía ha disuadido a sus panegiristas de su ingenio, induciéndoles a especular sobre la influencia que la cultura portuguesa habría logrado sobre los Estados Unidos y Canadá. Pero, cabe preguntarse, ¿fue el infortunio, o una razón ancestral, un empeño por salvaguardar las civilizaciones precolombinas de Norteamérica, las que motivaron a Martin Behaim a procrastinar sus conocimientos ante la corte portuguesa? Y sus indicaciones cartográficas de viajar bajo la línea del Ecuador, hoy considerada errónea, ¿fueron acaso un esfuerzo por indemnizar, en su atormentada conciencia por el triunfo de Colón, con Brasil a Portugal en la carrera colonialista en que Behaim alcanzaría la gloria con el Tratado de Tordesillas?


Sabemos que Behaim estuvo presente en la audiencia que Cristóbal Colón sostuvo ante el Rey João de Portugal en 1485. Como miembro a cargo de la comisión  que estudió los proyectos de Colón, Behaim se destacó como el sabio que refutó sus argumentos.  Durante aquellas disquisiciones, empero, ambos navegantes intercambiaron sus conocimientos.  De acuerdo al acta de su encuentro preservada en la Biblioteca Nacional de Lisboa,  Behaim se preguntó en cierto momento, y sin duda en vista de la perseverancia de Colón, sobre la conveniencia de navegar sobre el meridiano que él había recientemente diseñado en su globo terráqueo. Dicha sugerencia se revela a luz de los eventos posteriores como un intento por inducir a Colón a un error que podría eventualmente haberlo conducido a su muerte. En 1492 Colón emprendió su viaje a América hacia la línea ecuatorial que el mismo Bahaim hubiese trazado; su decisión de navegar hacia el sur es hoy considerada como una de las empresas más arriesgadas y afortunadas de la navegación.  

Investigaciones académicas contemporáneas han rebatido los argumentos nacionalistas que Franz Loeher formulase en 1847 en su Geschichte und Zustande der Deutschen in Amerika, llegando al extremo de negar la influencia que Marin Behaim ejerciese sobre Cristóbal Colón y Magallanes.  Pero la certeza de que aquel hubiese navegado en dirección opuesta a las tierras ubérrimas descritas por el autor de la Saga de Eric, y el hecho de que el triunfo de la empresa de la Pinta, la Niña y la Santa María se hubiera visto gravemente comprometido por su dilatado periplo sobre mares nunca antes navegados, evidencian la tenacidad con la cual Martin Behaim se esmeró por encubrir Norteamérica de los europeos de mediados del siglo quince.




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