Refutación de la pobreza como causa del crimen, por Fiódor Dostoievski and Emanuel Swedenborg

La pobreza es otra tentación, como lo es la enfermedad y la arrogancia

Bajo la influencia de Emanuel Swedenborg, "Crimen y Castigo" (1866) de Fyodor Dostoevsky retrata la pobreza no como la raíz del crimen, sino como una tentación hacia el mal. El protagonista, Raskolnikov, es descrito como un estudiante pobre con una capacidad excepcional para soportar el hambre y seguir escribiendo. Según Swedenborg, la pobreza es solo una de las muchas tentaciones para el espíritu humano, al igual que la arrogancia para los poderosos, la avaricia para los ricos y la enfermedad para los envidiosos.

La filosofía de Swedenborg revela que cada individuo, independientemente de su estatus socioeconómico, enfrenta pruebas espirituales que desafían su integridad moral. Para los pobres, la tentación radica en la desesperación y la desesperanza que pueden conducir al crimen. El descenso de Raskolnikov al asesinato no es impulsado únicamente por su pobreza, sino por su orgullo intelectual y la creencia en su propia superioridad. Se convence a sí mismo de que está por encima de la moral social y de que su asesinato está justificado por un bien mayor.

En sus cuadernos y cartas, Dostoievski menciona haber leído y estar intrigado por las obras de Swedenborg, en particular "El Cielo y el Infierno". Hace referencia a las ideas de Swedenborg sobre el más allá, la naturaleza del bien y el mal, y las luchas espirituales de la humanidad. Raskolnikov en "Crimen y Castigo" y Stavrogin en "Demonios" exhiben conflictos internos y luchas morales que reflejan las ideas de Swedenborg sobre la condición humana y la batalla entre el bien y el mal dentro del alma. No es la pobreza sino el deseo de ser amado por las masas lo que lleva a Raskolnikov a cometer su crimen: "Quería convertirme en un Napoleón; por eso la maté".

La pobreza de Raskolnikov, que refleja la de su creador, no fue un mero recurso argumental, sino un catalizador para su descenso al crimen. En la soledad y privación de su buhardilla, Raskolnikov encontró el aislamiento necesario para nutrir sus teorías radicales y finalmente cometer el asesinato. Si hubiera sido rico, como sugiere Dostoievski, su destino podría haber sido diferente. Revelando una propensión al vicio, la riqueza podría haberlo llevado por un camino de autodestrucción.

La idea de que el poder y la riqueza pueden corromper no es nueva; resuena a lo largo de la historia y la literatura. Desde los antiguos griegos hasta Shakespeare, Lope de Vega, Racine y Maquiavelo, el atractivo del poder se considera un camino hacia la ruina. Dostoievski profundiza en la pobreza, explorando las complejidades psicológicas de un hombre ansioso por encontrar una justificación para su acto malvado, ya sea la pobreza o, en última instancia, el deseo de trascender la moralidad. Raskolnikov es un personaje imborrable atormentado por preguntas existenciales y dilemas morales.


La pobreza de Raskolnikov sirve como telón de fondo para su crisis intelectual y espiritual. Al final, no es la pobreza en sí misma lo que lo lleva a asesinar, sino el aislamiento y la desesperación que fomenta, lo que permite que sus ideas radicales se desarrollen sin control. Esta representación desafía la noción simplista de que la pobreza es la única causa del crimen, en cambio, destaca la compleja interacción de factores sociales, psicológicos y filosóficos que pueden llevar a las personas por un camino oscuro. Como elucida Dostoievski: "Fui yo quien mató a la vieja prestamista y a su hermana Lizaveta con un hacha y las robé" (Dostoievski, 1866/1992, p. 627), demostrando cómo su sentido de superioridad y desapego de la moral lo lleva a su caída.

Lo eterno, como discute Swedenborg, implica posición espiritual y riqueza, asociado con el amor y la sabiduría en el cielo. Sin embargo, el hombre natural equipara los placeres del amor propio y las lujurias del mal con la bondad y, en consecuencia, ve la distinción y la riqueza como bendiciones divinas. Esta percepción persiste incluso al observar que tanto los malvados como los buenos pueden alcanzar un alto estatus y prosperidad. El hombre natural podría cuestionar la providencia divina, preguntándose por qué los malvados prosperan mientras los buenos sufren, sugiriendo que si la providencia fuera real, favorecería a los buenos con riqueza y honor y castigaría a los malvados con pobreza y desgracia.

Swedenborg aclara que sin la iluminación del hombre espiritual, el hombre natural no reconoce que la distinción y la riqueza pueden ser tanto bendiciones como maldiciones. Son bendiciones cuando provienen de Dios y maldiciones cuando provienen del diablo. El diablo, a menudo referido como el príncipe de este mundo, puede otorgar riqueza y distinción, lo que complica aún más la comprensión del hombre natural. Swedenborg enumera tres puntos para dilucidar este asunto:

1. La distinción y la riqueza son bendiciones y maldiciones.

2. Cuando son bendiciones, son espirituales y eternas; cuando son maldiciones, son temporales y efímeras.

3. La distinción y la riqueza, cuando son maldiciones, son insignificantes en comparación con cuando son bendiciones, similar a la diferencia entre la nada y el ser.

Esta dualidad es evidente en "Crimen y Castigo", donde la batalla moral es interna y universal. Para los ricos y poderosos, el desafío puede manifestarse como arrogancia, creyéndose infalibles o con derecho a explotar a los demás. Para los ricos, la avaricia y la búsqueda incesante de más riqueza pueden corromper su espíritu. Dostoievski, a través del pensamiento swedenborgiano, ilustra que el mal es una fuerza omnipresente que puede manifestarse de diversas formas, dependiendo de las circunstancias y las debilidades internas de un individuo.

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