Las elecciones robadas de Saturno - René Swift - Superhéroe Espiritual. Capítulo 1

La atmósfera en la Estación Central de Saturno estaba cargada de tensión. Bajo los enormes domos transparentes, decenas de miles de ciudadanos observaban con una mezcla de esperanza y miedo las pantallas que proyectaban los resultados de las elecciones desde las diversas lunas y colonias. Vicky Valencia, la valiente líder de la resistencia, había logrado encender una llama de esperanza en los corazones de muchos, desde Mercurio hasta Marte. Sin embargo, todos sabían que el régimen de Agamenón Petrovsky no permitiría una derrota sin luchar hasta el último aliento.


Valencia había liderado las encuestas con una amplia ventaja, prometiendo derrocar el despotismo y restaurar la dignidad humana. Pero las promesas de cambio no iban a ser suficientes frente a un enemigo que no conocía límites. Mientras la jornada electoral avanzaba, sus más cercanos colaboradores comenzaron a ser objetivos de una serie de eventos oscuros. Algunos aparecieron muertos en circunstancias misteriosas, otros fueron víctimas de intimidaciones que no dejaban lugar a dudas sobre quién estaba detrás.

En medio de este ambiente de terror, Valencia recibió informes de que sus comunicaciones estaban siendo interceptadas y que su equipo de seguridad había sido infiltrado. Sin embargo, no se dejó intimidar. Confiaba en que la verdad y la justicia prevalecerían, y seguía firme en su determinación de llevar la voz del pueblo a la victoria. Sus promesas de romper las cadenas del despotismo y restaurar la dignidad de la humanidad resonaban desde Mercurio hasta Marte.

El Consejo Nacional Electoral (CNE), la única entidad no completamente controlada por el régimen, comenzó a anunciar los resultados oficiales. Cada voto contaba, y el suspenso era palpable. Las pantallas mostraban a Vicky Valencia superando a Petrovsky por un margen del 33%. La gente comenzó a gritar de alegría y abrazarse, confiando en que la larga noche de opresión podría finalmente llegar a su fin. Su jolgorio fue efímero. 

Justo cuando el CNE estaba a punto de declarar a Vicky Valencia como la ganadora, una oleada de oscuridad recorrió la estación. Las luces parpadearon, y en un instante, toda la energía se desvaneció. Un silencio sepulcral se apoderó de la multitud. La única luz provenía de los ojos atónitos de los presentes, reflejando la confusión y el miedo.

Después de lo que pareció una eternidad, las pantallas volvieron a encenderse, mostrando un mensaje en letras rojas y amenazantes: "Agamenón Petrovsky, Líder Supremo, ganador de las elecciones por un margen del 0,5%." Al saberse falsamente ganador, Petrovsky apareció en una transmisión desde su búnker. Su mirada fría y calculadora penetró a través de las cámaras mientras anunciaba con voz firme: "He ganado. La voluntad del pueblo ha hablado, y ahora comienza una nueva era de prosperidad para Saturno y todas nuestras colonias.” 

En medio de su discurso, se le escaparon las palabras que resonaron en todos los rincones del sistema: “Si no hubiéramos ganado, habríamos tenido un baño de sangre en Saturno.” 

Un creciente rumor entre sus prosélitos más cercanos, lo llevaron a suavizar su amenaza, aclarando que se refería a que sin su socialismo los pobres no tendrían otra opción que matarse entre ellos por un pedazo de pan. Sus palabras expusieron la cruda realidad de un régimen dispuesto a todo para mantenerse en el poder.

El golpe fue brutal para la oposición que ahora constituía el 69% de la nación. La esperanza que había llenado los corazones de la mayoría de sufragantes se transformó en una mezcla de rabia y desesperación. 

En los márgenes oscuros de la estación, un pequeño grupo se reunió en torno a una figura decidida: Vicky Valencia. Rodeada por líderes demócratas de Mercurio, Tierra, Venus y Marte, formaron un consejo de emergencia, incluyendo periodistas y testigos electorales. Anticipando el posible fraude de Petrovsky, habían tomado medidas: fotografiaron y escanearon cada una de las actas de votación, preservando así la verdad.

Apenas cincuenta minutos después del embustero anuncio de la victoria de Petrovsky, la galaxia entera tuvo acceso a esas actas, revelando la estrepitosa derrota del tirano. Las redes sociales estallaron con el mensaje de Vicky Valencia, cuya voz calmada pero cargada de poder resonó desde Berlín S., la sede de su campaña en Saturno. Ante una multitud que se apiñaba por docenas de cuadras y pasillos aéreos, declaró:

"Esto es un fraude descarado. Petrovsky ha manipulado el sistema desde dentro, usando su control sobre la red de energía, como lo ha hecho en las cinco pasadas elecciones a lo largo de veinte años. Pero esta vez tomamos fotos de las 124.523 actas de votación de Saturno y sus lunas, y la galaxia entera tiene pruebas fehacientes de nuestra victoria."

La multitud estalló en aplausos y gritos de apoyo. Vicky Valencia, fortalecida por la lealtad de sus seguidores y la urgencia del momento, alzó la voz una vez más:

"No podemos permitir que este tirano se quede con el poder que no le pertenece. No hoy, no después de todo lo que hemos sufrido. Convocaré una marcha de protesta, una como nunca antes se ha visto. Desde Mercurio hasta Plutón, todos debemos unirnos. ¡No cederemos!"

La difusión de las pruebas irrefutables del fraude electoral de Petrovsky causó un efecto dominó en todo el sistema solar. Las comunicaciones interplanetarias se inundaron con imágenes de las actas auténticas, y la indignación colectiva comenzó a transformarse en una fuerza imparable. En cada rincón de las colonias humanas, la gente salía a las calles para manifestar su apoyo a Vicky Valencia y su rechazo al régimen opresor de Saturno.

En el Palacio de Cristal de Helios, la capital de Mercurio, el Primer Ministro Alejandro Solís convocó a una conferencia de prensa urgente. Conocido por su firme compromiso con los valores democráticos y su liderazgo socialista progresista, Solís se dirigió a una audiencia planetaria y a los medios de comunicación de toda la galaxia. Su rostro reflejaba una mezcla de determinación y preocupación mientras se preparaba para hablar.

"Ciudadanos de la galaxia," comenzó Solís con voz clara y resonante, "hoy nos enfrentamos a una violación flagrante de los principios fundamentales que sustentan nuestras sociedades. El intento de Agamenón Petrovsky de aferrarse al poder mediante el engaño y la manipulación es una afrenta no solo para el pueblo de Saturno, sino para todos los seres humanos que valoran la libertad y la justicia."

Hizo una pausa, dejando que sus palabras calaran hondo antes de continuar.

"Quiero ser enfático en esto: los derechos humanos no tienen sesgo político. Son universales e inalienables, aplicables a cualquier régimen que busque oprimir y silenciar a su pueblo, ya sea de izquierda, centro o derecha. Lo que estamos presenciando en Saturno no es socialismo; es tiranía disfrazada. Un socialismo que recurre a la mentira y la violencia se transforma en fascismo."

Las cámaras enfocaron el rostro de Solís mientras continuaba con creciente pasión.

"No debemos olvidar que Benito Mussolini, uno de los más infames dictadores de la historia, comenzó como socialista antes de abrazar la violencia y la opresión para imponer su voluntad. Aprendamos de la historia para no repetir sus errores. El verdadero socialismo se basa en la equidad, la justicia social y el respeto por la dignidad humana. Petrovsky ha traicionado estos valores, y es nuestro deber como ciudadanos de esta galaxia defender a nuestros hermanos y hermanas de Saturno de su despotismo."

Las palabras de Solís resonaron a lo largo y ancho del sistema solar, encendiendo un fervor renovado en los movimientos prodemocráticos y proporcionando un respaldo crucial a la causa de Vicky Valencia. Otros líderes planetarios siguieron su ejemplo, emitiendo declaraciones contundentes y ofreciendo apoyo logístico y moral a la resistencia saturniana.

En la Tierra, la Presidenta Amelia Zhao convocó a una sesión extraordinaria del Consejo Interplanetario de Derechos Humanos. Desde la imponente sede en Nueva Ginebra, declaró con firmeza:

"El pueblo de Saturno ha hablado, y su voz no será silenciada por la corrupción y la intimidación. Nos solidarizamos con ellos y con la líder legítima elegida democráticamente, Vicky Valencia. Haremos uso de todos los medios diplomáticos y pacíficos a nuestra disposición para asegurar que la voluntad del pueblo sea respetada."

Mientras tanto, en Venus, el Consejo de las Ciudades Flotantes iluminó sus estructuras con los colores de la bandera de la resistencia saturniana, organizando vigilias y recaudando recursos para apoyar las protestas masivas que se estaban gestando. Marte, conocido por su espíritu independiente y su pasado de luchas contra la opresión, declaró un día de solidaridad, movilizando a sus propias fuerzas civiles en preparación para brindar asistencia si fuera necesario.

Sin embargo, no todos acogieron este llamado a la justicia. En las frías y distantes colonias de Urano y Plutón, gobernadas por regímenes autoritarios similares al de Petrovsky, las reacciones fueron de rechazo y hostilidad. El Alto Comandante de Urano, Selene Krov, emitió un comunicado condenando lo que llamó "una intromisión inadmisible en los asuntos internos de Saturno" y reafirmando su apoyo incondicional a Petrovsky. En Plutón, el dictador Kragov Malek ordenó el cierre de todas las comunicaciones con los planetas democráticos, temiendo que las llamas de la rebelión pudieran extenderse a su propio dominio. La canciller Oldgin, líder de Júpiter respondió que las intituciones democráticas de Saturno eran robustas, y que eran los saturninos los que debían decidir a través del Consejo Nacional Electoral, quién había ganado las elecciones.

De vuelta en Saturno, las calles de Berlín S. y otras ciudades principales se llenaron de manifestantes. Personas de todas las edades y orígenes se unieron, portando pancartas y entonando cantos de libertad. La presencia de la policía secreta y las fuerzas militares de Petrovsky no logró disuadir a las masas; por el contrario, su intimidación solo fortaleció la determinación colectiva.

Bajo las constelaciones que vigilaban el manto de luces solares que cubría Shanghai J., la metrópolis más poblada de Júpiter, Simbad Balmes se arrellanó con su tableta en el sofá de cuero sintético de la terraza de su apartamento. A sus cincuenta y siete años, era el profeta más veterano, y en su rostro todavía se reflejaba una inocencia bien intencionada que el amenazante régimen del vecino planeta Saturno ansiaba aplastar. Una serena confianza, la que solo alcanzan los santos e iluminados, brillaba en sus ojos color miel—una paz interior alimentada por años de arduo estudio e íntimas conversaciones con el creador del Universo.

Consideró que Vicky Valencia había devenido no sólo una líder política sino también el símbolo de esperanza y resistencia de Saturno. La vio en su tableta, desde un improvisado podio en medio de la multitud, con banderas ondeando y rostros llenos de determinación a su alrededor. Vicky dirigió un apasionado discurso transmitido en vivo a través de canales clandestinos y replicado por millones.

"Hoy, somos testigos de la unidad más grande que nuestra galaxia haya conocido. No estamos solos en esta lucha; nuestros hermanos y hermanas de Mercurio, Tierra, Venus y Marte están con nosotros. Juntos, nos alzamos contra la opresión y declaramos con una sola voz que no permitiremos que la oscuridad del despotismo eclipse la luz de la libertad y la verdad."

Las palabras de Vicky Valencia encendieron los corazones de muchos, y las protestas pacíficas comenzaron a organizarse con una eficiencia impresionante. Redes de voluntarios proporcionaban alimentos, medicinas y refugio a los manifestantes. Artistas y poetas, como René Swift en Saturno, y él desde Júpiter, contribuían con canciones y escritos que inspiraban y unían a la gente más allá de las fronteras planetarias.

La respuesta del régimen de Petrovsky fue rápida y brutal. Se impusieron toques de queda, y las fuerzas militares se desplegaron en un intento desesperado por sofocar la creciente rebelión. Sin embargo, la resistencia, antes fragmentada, se convirtió en una fuerza unida, impulsada por la traición y la corrupción descarada del régimen. Airadas multitudes salieron a protestar a las calles, desafiando a las fuerzas de seguridad de Petrovsky.

Los Gestores de Paz, cuerpos paramilitares al servicio del régimen, comenzaron a aparecer en las protestas, asesinando y secuestrando manifestantes. La violencia alcanzó un punto crítico cuando un video capturado por un testigo estremeció a la galaxia entera: una niña de apenas 8 años, con una mirada de inocencia y terror, corría entre la multitud cuando un disparo de los comandos paramilitares de Petrovsky la alcanzó. El impacto fue devastador, arrebatándole las piernas en un instante.

El video, grabado por un ciudadano con un dispositivo portátil, mostró el horror en toda su crudeza. La niña, identificada más tarde como Althea, yacía en el suelo, su cuerpo inerte rodeado de sangre, mientras la multitud gritaba desesperada. La imagen de su pequeño cuerpo, sus ojos abiertos y su vida truncada, se transmitió por toda la red galáctica, dejando una marca imborrable en todos aquellos que la vieron.

Este incidente, lejos de intimidar a la resistencia, encendió aún más la furia y la determinación de los ciudadanos. Althea se convirtió en un símbolo del sufrimiento bajo el régimen de Petrovsky y de la lucha por la libertad. La indignación cruzó los confines de planetas y estaciones espaciales, uniendo a miles en un grito común contra la tiranía.

La repentina censura de la libre expresión indignó a diversos actores sociales de la galaxia, y Lilith Morwen, de ascendencia Neptuniana, aunque aliada de Petrovsky, temió que el poder absoluto del dictador pudiera sostenerse ante la unidad y la determinación de Vicky y sus seguidores. Quizás, después de todo, el destino no estaba del lado del puño de hierro.

Después de que Petrovsky clausurara las redes sociales y anunciara que todos los periodistas e influencers serían supervisados por los "comités de la verdad" formados por sus Gestores de Paz, se reunió en privado con Morwen. La atmósfera en la sala era tensa, pero Petrovsky, como siempre, mantenía una expresión de control calculado.

"El fin justifica los medios, Morwen," comenzó Petrovsky, evocando uno de los principios que Machiavelo había popularizado en El Príncipe. "La mentira es una herramienta, y en tiempos de crisis, se convierte en una necesidad."

Morwen, a quien pocos se atrevían a contradecir, mantuvo la calma mientras replicaba, "Es cierto que la mentira puede ser útil, pero recuerda lo que dice Maquiavelo: 'Nada consume tanto al príncipe como la violación de la buena fe,' porque los aliados son fundamentales, y sin su apoyo, en caso de un ataque extranjero, serás vulnerable."

Petrovsky se permitió una sonrisa fría. "Para eso te tengo a ti y tus alianzas con demonios. No necesito preocuparme por el apoyo de aliados cuando mis enemigos tiemblan ante fuerzas que apenas pueden comprender."

Morwen no cedió, su mirada se endureció mientras replicaba, "Estamos confrontando a los meditadores también, y ellos no son un enemigo común. Su influencia puede cambiar el curso de las cosas de maneras que ni siquiera tus demonios pueden prever."

Petrovsky se recostó en su silla, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y satisfacción. "Gracias a Witberg y Oldgin, ya hemos situado al primer meditador. Quiero que viajes a Jupiter y panees con Oldgin la operación contra él; él y todos sus asociados serán eliminados, y entonces, ni siquiera los dioses podrán detenernos."

“Tiene que ser antes de seis meses”.

“Tiene que ser antes de seis meses”.

“Te doy tres. Pero primero quiero que me unjas ante la galaxia como Emperador”.

La conversación dejó en el aire una tensión palpable, pero Petrovsky estaba seguro de su victoria, confiando en su alianza con Lilith Morwen, líder venusina del Espiritualismo Histórico, secta inspirada y subvencionada por el partido político de Petrovsky, el neosocialismo. El Espiritualismo Histórico amalgamaba diversas creencias heterodoxas, y que se encontraba en el cenit de su influencia cuando Petrovsky le propuso apoyarlo en su plan de asegura su poder eterno sobre Saturno.  

Morwen, famosa por su prontuario de crímenes contra la humanidad tales como el empleo de niños como escudos humanos para traficantes de armas antimateria, había logrado evadir todos los cargos y salir no sólo ilesa sino también multimillonaria, gracias a los amañados comités de derechos intergalácticos, cuyos dictámenes se vendían entonces al mejor postor. 

¿Cómo había logrado Morwen escapar del castigo, demandar al Estado y ser recompensada con millonarias sumas de créditos? Su estrategia: victimizarse y tapar sus atroces actos contra la ya extinta clase media saturnina con dulces palabras. Ante sus jueces argumentó que sus secuestros eran actos de amor, extorsionando a los plutócratas que explotaban a los pobres que supervisaban a los robots con salarios exiguos. Morwen justificó los asesinatos como errores, confundiendo a las víctimas con los criminales. En cuanto al dinero del hampa, lo atribuyó a su peculiar amor y compasión por el mundo criminal, una forma retorcida de luchar por la honestidad, la vida y la paz.

¿Cuánto tiempo seguiría Morwen evadiendo la justicia? Esa era la pregunta que rondaban muchas mentes, esperando que algún día la verdad saliera a la luz y la bruja del comité de hechiceras intergaláctico pagara por sus crímenes.

Físicamente, Morwen era una figura sorprendente. Alta y esbelta, se movía con una gracia etérea, sus movimientos deliberados y elegantes. Sus largas y vaporosas túnicas, adornadas con intrincados símbolos y sellos místicos, la arrastraban como un altar intimidantemente vivo que resonaba con sus docenas de aretes, collares y pulseras de plata, oro y titanio. Su imagen contrastaba con sus acciones. Una mujer que predicaba el amor y la paz, mientras perpetraba masacres. Una figura angelical que escondía el alma de los sagrados sacerdotes que sacrificaron a Jesús, Mesías que no dudaba en citar como su mayor inspiración. Dicha hipocresía se reflejaba en rostro, el cual, a pesar de estar embadurnado de maquillaje, se asemejaba más al de una calavera que al de una mujer de cincuenta años; su piel era un pergamino que traslucía sus huesos y su sonrisa un manifiesto macabro de sus pecados mortales. 

Su carisma y su capacidad para manipular la opinión pública la hacían intocable. La masa de lacayos a su servicio, pseudointelectuales y artistas que denostaban de la verdad y el bien como un discurso “subjetivo” que sólo servía al más astuto opresor, la adoraba como “La máxima víctima”, “la mártir del perdón del hampa y la impunidad”, ignorando las fehacientes pruebas de sus crímenes, y desatendiendo la masa de heridos y muertos que clamaban justicia.

Los ojos penetrantes de Morwen, del color de mares tormentosos, habían enloquecido a varios de los enemigos que habían osado confrontarla, lo que le había granjeado el apodo de “Medusa”. Su voz, rica y melodiosa, exigía atención, resonando con una autoridad nacida de años de exploración espiritual en los infiernos.

A pesar de su serenidad exterior, había una intensidad en Morwen que desmentía su comportamiento calmado. Poseía un intelecto feroz y una determinación implacable para lograr sus objetivos, sin importar el costo. Detrás de su sonrisa enigmática se escondía una mente afilada como una daga, capaz de atravesar el velo de la realidad para vislumbrar las verdades que se encuentran más allá.


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