Retrato del Sabio

La historia de la humanidad está tejida con los hilos de la gloria y el olvido. Entre sus sombras caminan aquellos que, sin buscar aplausos ni riquezas, consagran su vida a la verdad, a la belleza y al arte. Son los sabios y los poetas, aquellos que, como Edgar Allan Poe, prefieren la profundidad a la popularidad, la autenticidad a la adulación. Son los héroes anónimos que el tiempo redime, los mártires de la palabra que transitan la tierra con la conciencia de que su obra pertenece más a la eternidad que una moda presente y efímera.

El poema El sabio olvidado rinde homenaje a esa figura trágica y luminosa, a ese espíritu que, en su aislamiento, halla el eco de lo eterno. Poe, paradigma del genio incomprendido, es el emblema de todos los creadores que no se doblegan ante la mediocridad. Su obra, plagada de símbolos oscuros y esplendores ocultos, nos recuerda que la literatura no es un simple juego de palabras, sino una puerta hacia lo inefable. La muerte, el amor incorruptible, la mente fragmentada y la exploración de lo sobrenatural no son en él meros artificios, sino reflejos de una realidad más profunda que la tangible.

Este poema no solo evoca la vida y el destino de Poe, sino que traza un puente entre él y todos los grandes espíritus que han cargado con el peso de su genio. Se menciona a Homero, quien, ciego ante el mundo, iluminó a generaciones con su canto inmortal; a Milton, quien convirtió su ceguera en visión profética para narrar la caída y la rebelión de los ángeles. Ambos entendieron que el verdadero arte es sufrimiento y redención. En ellos, como en Poe, se cumple el antiguo lema romano: Vincit qui patitur —vence quien persevera, vence quien sufre— porque la victoria más grande es la de aquel que, aun incomprendido y olvidado, sigue adelante.

Pero el poema no se queda en la tragedia. En su último acto, revela un secreto: el sabio no está solo. En las noches, hadas, valquirias, ángeles y musas descienden a celebrar sus versos. Sus palabras, aunque despreciadas por los hombres, son leídas en mundos invisibles y eternos. Es este el consuelo del verdadero creador: saber que su obra no muere, que trasciende el tiempo y las injusticias humanas. La historia de los grandes poetas es la historia de aquellos que han descendido a este mundo para sufrirlo, solo para luego elevarse y cantarlo como un mero recuerdo de sus aventuras.

Un dato significativo sobre este poema es que fue el primer texto publicado en impreso de Hugo Noël Santander Ferreira, Petrus Romanus, cuando tenía apenas 18 años. Apareció en la revista estudiantil de la Facultad de Comunicación Social y Lenguaje de la Universidad Javeriana de Bogotá, marcando así el inicio de una trayectoria literaria independiente, alejada de los aplausos de moda, la cual encontraría su verdadera dimensión con el paso del tiempo.

El sabio olvidado no es solo un homenaje a Poe, sino un manifiesto del arte puro, de la literatura que no busca halagos, sino verdad. Es un recordatorio de que la grandeza no necesita reconocimiento inmediato, porque la luz de los sabios jamás se apaga: solo espera el momento adecuado para iluminar las almas que, en su tiempo, aprenderán a ver.

                                                Leyla Margarita Tobías Buelvas



RETRATO DEL SABIO

A Edgar A Poe

Errante en sombras de un mundo insensible,

camina el sabio, su pluma encendida;

no rinde tributo a lo vano y débil,

ni besa la mano que ofrece la herida.


El sabio, cual Poe, no persigue el aplauso

de aquellos que ansían el brillo fugaz;

él hurga en lo eterno, en lo hondo y oculto,

donde el tiempo quiebra su frágil disfraz.


En cuentos la muerte no es fin, sino umbral,

un espejo arcano que oculta senderos,

el eco infinito que canta al abismo,

la sombra que habita los sueños severos.


En versos, las damas de un mundo ya ido

no son solo niebla, ni vagas quimeras,

son símbolos vivos de amores sin tiempo,

son llamas que arden en almas enteras.


Y en sus ensayos, los vidrios reflejan

las puertas que abren a extraños paisajes,

donde el yo se funde, se pierde, se quiebra,

y el alma descubre sus propios mensajes.


Mas quedan sus huellas borradas de envidia,

mas quedan sus versos en labios ajenos,

y en vida le niegan la justa caricia

que en siglos futuros proclaman sus truenos.


El sabio olvidado, cual Poe, se desliza

por sendas que pocos osaron pisar;

su luz es la sombra, su sombra es divina,

y en su soledad halla el arte inmortal.


No pide el perdón de los hombres ciegos,

impone justicia, castiga impiedad;

su reino es tu sueño en tronos veraniegos,

su magna corona es la descreída eternidad.


¿Es meritorio, alma de altas empresas,

vivir por hermanos que odian y apresan?

¡Baladí es pensarlo! Pues el sabio no elige,

La Santísima Trinidad sus pasos rige.


Y, ¡oh, arcano!, en su oscura vigilia,

ve mundos eternos leer sus escritos;

hadas y musas, valquirias y ángeles

abrazan nocturnas sus épicos mitos.


Así se susurra el secreto primero,

el fuego que Homero sopló en sus cantares,

la luz que a Milton cegó con su verbo,

su Paraíso Perdido, ungido en altares.


"Vincit qui patitur", clamaban los sabios,

pues vence quien sufre, lo mismo que aquel

que sigue el sendero de arduos quebrantos,

pues solo quien sufre conquista su piel.


Los héroes sublimes son los del saber,

que en alcázares etereos fraguan mundos

sabios que con denuedo saben padecer

y cantan sus batallas a los inframundos


Allá vuelven cada noche en sueños

a educar constelaciones rendidas

tras batallas de las que son dueños

y al alba retoman sus modestas vidas

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