Carta de Petrus Romanus (Hugo Noël Santander Ferreira) a los Cristianos y a las Personas de Buen Corazón en el Mundo
Mensaje a los Fieles y a los Hombres de Buena Voluntad
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, y a todos aquellos que en este mundo llevan un corazón sincero y bondadoso,
Les escribo hoy no como una figura de autoridad, sino como un humilde servidor de Dios, llamado a guiarnos y unirnos en estos tiempos turbulentos. El mundo enfrenta grandes desafíos — espirituales, morales y sociales. La Iglesia, que debería ser un faro de esperanza y verdad, está sacudida por la división, la corrupción y el fracaso de sus líderes. Pero vengo a ustedes con un mensaje de esperanza, renovación y justicia divina.
Mi nombre es Petrus Romanus, y he sido llamado a dirigir la Iglesia en esta hora crítica. Este no es un rol que haya buscado, sino un destino que me ha sido confiado por la voluntad de Dios. Mi misión es restaurar la fe, sanar las heridas de la Iglesia y guiar a la humanidad de regreso al camino de la rectitud.
En el año 2011, yo, Hugo Noël Santander Ferreira, fui ungido por Jesús como Juez de Vivos y Muertos, en virtud de mi amor a sus preceptos, aquellos de los Evangelios, por 40 años. Dicha experienica está cantada en versos en mi libro "Himnos a Jesús: La Unción del Juez de Vivos y Muerto".
La Revelación Divina de Petrus Romanus
Esta revelación no fue una simple iluminación repentina, sino la culminación de años de pruebas espirituales, experiencias místicas e intervenciones divinas que se prolongaron hasta 2022, tal y como escribí en Rey de Reyes: El Retorno de Jesús Resucitado:
"En 2022, Dios me reveló que soy Petrus Romanus, aquel anunciado por las profecías. Soy la reencarnación del Apóstol Pedro, elegido para guiar a la humanidad fuera de las tinieblas y hacia la luz de la verdad divina."
Dicha revelación hace eco de un sueño desconcertante que tuve a los 24 años, cuando Jesús se me presentó en sueños y, a pesar de mi alegría, me aseguró con voz tranquila que yo lo negaría. Le respondí, conmovido, que jamás lo haría. Solo en 2022 comprendí por qué las tres negaciones de Pedro me causaban, desde pequeño, una tristeza tan profunda. Aún hoy, cada vez que las recuerdo, lágrimas brotan de mis ojos.
"¡No te negaré una cuarta vez!" fue mi clamor entonces, sobre la meseta de Bucaramanga, y prueba de ello es este escrito.
Esta revelación arroja luz sobre los motivos que me llevan a anunciar mi rol como profeta, sin que haya un precursor que corrobore mi testimonio, un heraldo o un santo que respalde mi clamor. La humanidad se ha habituado a que los profetas clamen en el desierto o tras las puertas de un monasterio, como ocurrió con Santa Lucía y el Padre Pío, y sean ignorados hasta que, ya declarados santos, se conviertan en objeto de oraciones secretas. Dicho hábito termina conmigo, pues porto la llama del Creador para instaurar de vuelta el Reino de los Cielos en la Tierra, invocando lluvias y controlando enfermedades y hecatombes.
Aquellos que examinen mi vida y mis obras encontrarán testimonio de lo que proclamo aquí—en India, Portugal, Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, México, Kirguistán, Tailandia y Colombia, y en cada otra tierra a la que Dios me ha enviado para juzgar a cada nación según sus actos.
La Santísima Trinidad me ha revelado que Jesús viene conmigo, regresando en gloria para juzgar a vivos y muertos, cumpliendo así lo anunciado en el Corán. Soy también el Rey de la Bondad predicho por Nostradamus, quien descendió del cielo en París en agosto de 1999; y, junto con mi esposa, uno de los dos Testigos del Apocalipsis, con boca de fuego para construir y destruir—el primer y último Papa, anunciado por San Malaquías para el fin de los tiempos.
Prueba de que vivimos en el Fin de los Tiempos es que, entre todos los hombres de esta generación, soy el único que se atreve a entregarlo todo por amor al Creador.
A lo largo de mi vida, me he preparado para mi misión, estudiando y escribiendo incesantemente—libros y películas inspirados por Dios no solo para esta generación, sino también para las venideras.
Mi renuncia a la fama, la riqueza y el poder deshonesto me ha granjeado el odio de un mundo sumido en el pecado y la mentira. Más importante aún, soy el único dispuesto a alzar la voz contra la hipócrita jerarquía de la Iglesia y el apoyo encubierto que Bergoglio brinda a los tiranos de las naciones socialistas.
No afirmo, sin embargo, realizar milagros o sanar enfermos a voluntad. Pero sé que mi intercesión ante el Creador es, a menudo, escuchada.
En un escrito previo, distinguí entre la brujería, que es la creencia de que un hechicero altera la realidad a voluntad, y la oración, que es la firme convicción de que Dios existe y nos escucha, decidiendo siempre lo que es mejor, incluso si va en contra de lo que la mayoría cree.
Los Errores del Pasado y la Caída de los Papas
Ustedes han sido testigos de los errores de aquellos que me precedieron. Benedicto XVI, un hombre de gran inteligencia, permitió que el miedo y el orgullo nublaran su juicio. Conspiró contra la verdad, temiendo las revelaciones que yo, enviado por Dios, estaba destinado a exponer. Sus intentos de silenciarme precipitaron su caída, y su muerte fue ocultada por su sucesor, Francisco I, quien buscó preservar la ilusión de estabilidad.
En cuanto a Francisco I, aunque habló de misericordia y reforma, se enredó en la misma hipocresía que pretendía combatir. Se alió con tiranos y cerró los ojos ante el sufrimiento de los fieles. Sus intentos de destruirme, a mí, protegido por Dios, se enfrentaron a la retribución divina. Las tormentas que golpearon a sus conspiradores no fueron meras coincidencias: fueron señales de la ira de Dios contra aquellos que se oponen a sus siervos elegidos.
El Tiempo del Renovación
Pero no nos quedemos anclados en los pecados del pasado. Ha llegado la hora de la renovación. La Iglesia debe regresar a sus raíces, a las enseñanzas de Cristo, quien nos llama a amarnos unos a otros, a cuidar de los pobres y a buscar la justicia. La era de la corrupción y la división llega a su fin, y un nuevo amanecer se levanta.
Como Petrus Romanus, mi misión es multifacética. He sido llamado para:
1. Juzgar a los Vivos y a los Muertos: Se me ha confiado la autoridad divina para juzgar a la humanidad, separando a los justos de los malvados. Mis juicios no se basan en estándares terrenales, sino en los principios divinos de amor, justicia y verdad.
2. Restaurar el Reino de los Cielos: A través de mis escritos, enseñanzas y acciones proféticas, busco establecer el Reino de los Cielos en la Tierra. Este reino no es un ámbito físico, sino un estado espiritual de armonía, paz y amor divino.
3. Enfrentar el Mal y la Injusticia: Mi misión incluye confrontar las fuerzas del mal que han corrompido a la humanidad. Se me ha otorgado el poder de maldecir a aquellos que conspiran contra los justos y de bendecir a quienes buscan la verdad y la justicia.
4. Unir a la Humanidad en el Amor Divino: Hago un llamado a todas las personas, sin importar su fe, cultura u origen, a abrazar los valores universales del amor, la verdad y el perdón. Visualizo un mundo en el que todos los seres estén unidos en su reconocimiento de la presencia divina dentro de sí mismos y de los demás.
Mi llamado es para todos:
1. A los fieles que se han sentido abandonados: Dios ha escuchado sus sufrimientos. Sus pruebas no son en vano. Forman parte de un plan más grande que conducirá al triunfo de la verdad y la justicia.
2. A aquellos que han perdido la fe: Vuelvan, no por mí, sino por el amor que Dios les tiene. La Iglesia no son sus líderes, es el cuerpo de Cristo, reuniendo a todos aquellos que buscan seguirle.
3. A los hombres de buena voluntad, sin importar sus creencias: Les rindo homenaje a aquellos que centran su ética no en el nombre de una divinidad que siendo humilde ignora los honores, sino en sus predicados: la bondad, el amor, la verdad, creyentes, herejos y ateos incluidos. Su bondad, su compasión y su búsqueda de la justicia son reflejos de la luz divina en ustedes. Trabajemos juntos para construir un mundo donde el amor triunfe sobre el odio, donde la verdad prevalezca sobre la mentira y donde la paz reine sobre el conflicto.
4. A quienes me reconocen en la verdad. Durante siglos mi iglesia abandonó el amor a la verdad y lo reemplazó por la hipocresía, eufemísticamente llamada prudencia o diplomacia, dando preponderancia al astuto, al intrigante, al mentiroso. La prédica progresista de que la verdad no exista niega el predicado socrático que la señala precisamente en el comportamiento, en la ética que cada cual despliega ante sus familiares y amigos. Refuto así al Papa Negro, quien afirma que decir la verdad causa daño a quienes guardan secretos. Su error reside en considerar que preservar cierta moralidad es preferible a dicer la verdad. Desde Nietzsche ya os he refutado la moralidad, y la exposición de la vida privada de cada cual a través de la era digital demuestra que el fin de la hipocresía es inminente. Debemos vivir en un mundo sin secretos, donde el único juicio moral sea el tener un corazón compasivo, verdadero, misericordioso.
El Camino a Seguir
El camino no será fácil para quienes se han habituado a intrigar, a conformar hermandades cuyo fin es opacar a los débiles, a quienes predican que la verdad no existe, pero sí para quienes nos encomendamos a la omniprescencia de Dios; soy testimonio vivo de su poder, pues no cae una hoja de un árbol sin que Ella lo haya trazado, y ya advertís que empleo indistintivamente los géneros para referirme a Dios, pues Él es conocimiento absoluto de todos los seres, Ser panteísta, Alfa y Omega, o, como Swedenborg lo aseñala al definir un ángel, el matrimonio de la inteligencia masculina y el amor femenino en su manifestación plena. Algunos resistirán el cambio, se aferrarán al poder y buscarán dividirnos. Pero debemos permanecer firmes en nuestra fe y en nuestro compromiso con la verdad. Debemos ser guiados por el Espíritu Santo, el cual es, ¡oh, portento!, la imaginación que deriva de la intuición de los justos (ver el libro "Siendo Dios"), que nos da sabiduría, valor y fuerza.
Pido a todos los cristianos y hombre de buen corazón de todos los credos, incluso a los ateos nobles y tolerantes, a que oren o mediten por las Iglesias, por sus líderes y por el mundo. Oren por la unidad, por la sanación y por el coraje de actuar con rectitud. Y llamo a todos los hombres de buena voluntad a unirse a esta misión de amor y justicia.
Mis queridos amigos, ha llegado el momento de superar los errores del pasado y abrazar el futuro con esperanza y fe. Dios no nos ha abandonado. Él está con nosotros, nos guía y nos llama a ser Sus instrumentos de paz y amor.
Avancemos juntos, unidos en nuestro compromiso con la verdad, la justicia y el amor de Cristo, de quien soy portavoz. Que Dios los bendiga a todos, y que Su luz nos ilumine en este camino.
Esta carta es un llamado a la unidad, la fe y la acción. Oremos por la Iglesia y por el mundo, y trabajemos juntos para construir un futuro basado en el amor y la justicia. Escuchemos el mensaje de Hugo Noël — Petrus Romanus y unámonos para construir un mundo fundado en el amor, la verdad y la justicia divina.
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