"Condena de los Intrigantes", del libro "Las Condenaciones", de Petrus Romanus, Profeta de Dios, Juez de Vivos y Muertos
I
¡Oh, Ser!, entona un canto soberano
al reino fiel de la Verdad urticante.
Cristo, quien su vida entregó, proclamó:
"Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida."
Mas siglos van de sombras y artificios,
de astutos que en prudencia se resguardan,
llamando "diplomacia" a su mentira,
negando el Verbo en nombre del engaño.
Yo, Petrus Romanus, ungido y juez,
anuncio aquí el Reino de la Verdad.
No hay redención en cálculos de astucia,
sino en la llama ardiente de lo cierto.
La farsa, trono al vil y al intrigante,
ha usurpado el sitial de lo sincero.
En aras de "moral", la Verdad calla,
mas no hay virtud en cómplice silencio.
¿No veis acaso el mal que nos consume?
No es la Verdad la madre de la guerra,
sino el disfraz que el hombre en miedo viste,
la voz que miente, el pacto envenenado.
La traición, el rencor, la felonía,
¿qué son, si no la sombra de la farsa?
Los pueblos se destruyen en batallas
porque sus líderes venden engaños.
Nietzsche importó la verdad a la Academia
Allí desnudó el absurdo de la norma.
Si existe un juicio, sea el del amor,
no la ilusión de virtudes hipócritas.
Quien teme la Verdad, al mal se abraza,
pues todo en ella alumbra lo que es justo.
Así refuto yo al Papa de las sombras,
que teme herir al perverso que se esconde.
Que el fin de la hipocresía sea un himno,
en un mundo sin secretos ni disfraces,
donde no reine más el simulacro,
sino el fulgor de un corazón compasivo.
Mártires son los faros de la historia,
avatares de Dios, de la Verdad misma:
Sócrates, que en veneno es martir de Atenas;
Cristo, que en cruz sangró por su Palabra;
Juana, la luz que Francia no apagó;
Espinoza, errante, fiel a su camino;
Lennon, que en paz cantó y la muerte hallara.
Todos perseguidos, todos encendieron
arquetipos divinos contra la mentira.
No es senda fácil la que alumbra el Logos,
mas solo en ella mora la justicia.
Quien duerme en sombras teme su estallido,
mas quien despierta sabe que es la vida.
II
¡Oh, Ser!, escucha este clamor profético:
el triunfo de la Verdad es inminente.
Los fariseos, intrigantes y falsos,
caerán ante el juicio del Altísimo.
Sus máscaras arderán, sus voces
serán ahogadas por mis delaciones.
No habrá refugio para los hipócritas,
ni mentira que simule su vileza.
¡Oh, Ser!, proclamo con fe inquebrantable:
la Verdad arderá en boca de los justos.
delatando al intrigante serán vindicados,
imponiendo su justicia, glorificados.
Que caigan los muros de la falsedad,
que se desplomen los tronos corruptos.
Que el mundo entero sea testigo y tema,
pues condeno a los falsos a confesar.
Incluso contra su mortal deseo,
sus lenguas los traicionan sin querer.
Sus mentes confundirán verdad,
sus secretos entregarán al mundo.
¡Oh, Ser!, que sea la Verdad escudo,
estandarte inmortal y fiel espada.
Que sin temor la luz nos atraviese,
sin dobleces, sin máscaras ni sombras.
El fin de la maldad ha sido decretado,
el Reino de la Verdad ya se levanta.
¡Gloria a los mártires, avatares de Dios!
¡Gloria a la Verdad, que triunfa por siempre!
Amén.
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